La rentabilidad de la deuda pública depende de tres factores clave: el tipo de interés nominal, la inflación y el horizonte temporal del inversor.
En un entorno de tipos altos y control de precios, los bonos pueden generar rentabilidades muy atractivas con un nivel de riesgo contenido. En cambio, en escenarios de inflación elevada y tipos reales negativos, pueden perder atractivo frente a otros activos como la renta variable o los bienes reales.
A largo plazo, es evidente que la deuda pública no compite con la bolsa en términos de rentabilidad acumulada. Pero eso no significa que no tenga sentido. En una cartera equilibrada, la deuda pública puede actuar como colchón de estabilidad, especialmente para cubrir necesidades de liquidez, proteger frente a caídas o modular la volatilidad de activos más arriesgados.
También es rentable desde un punto de vista estratégico: saber cuándo entrar y salir de renta fija puede mejorar la rentabilidad global de tu cartera. Y ahí es donde entra la formación. Comprender los ciclos de tipos, la duración modificada de un bono o el funcionamiento del mercado secundario marca la diferencia entre un inversor informado y uno que reacciona tarde.
Formarse es una ventaja competitiva. Desarrollar criterio, aprender del error, y dominar conceptos clave es el camino real para entender cómo ser un inversor rentable.