Vivimos tiempos de cambio. Y no hablo solo de cambios económicos, sino de transformaciones estructurales que afectan a las decisiones políticas, presupuestarias y estratégicas de todo un continente. Europa, tras años de vivir bajo el paraguas de Estados Unidos en materia de defensa, ha decidido despertar. Y ese despertar tiene un coste. Un coste en forma de rearme, de gasto público y de reconfiguración de prioridades. Esta nueva etapa no solo marcará el futuro de las relaciones internacionales. También tendrá un impacto directo en los mercados financieros, en la renta fija, en el comportamiento de la bolsa europea, y en cómo los inversores debemos repensar nuestras carteras para adaptarnos a un entorno que, sencillamente, ya no es el mismo que hace cinco años.
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