Lo que estamos presenciando no es una simple corrección bursátil ni una respuesta puntual a un anuncio comercial. Es, en mi opinión, la confirmación de un cambio de ciclo. Este ‘Lunes Negro’, que ha agravado el desplome de las Bolsas iniciado con el llamado Día de la Liberación de Trump, refleja una nueva realidad: una altísima probabilidad de recesión mundial, que llega además acompañada por una subida generalizada de precios. En otras palabras, nos enfrentamos a un escenario de estanflación, el más complicado de gestionar para cualquier banco central.
¿Por qué? Porque la estanflación supone una combinación de debilidad económica e inflación persistente. Los bancos centrales se ven entonces ante un dilema: si bajan tipos para estimular la economía, alimentan aún más la inflación; si los suben para controlar los precios, agravan la desaceleración. Esta situación es especialmente delicada y reduce el margen de maniobra de las autoridades monetarias.
Además, no debemos pasar por alto el contexto en el que ocurre todo esto. Venimos de meses de euforia bursátil, con valoraciones históricas en muchos índices y un posicionamiento extremo por parte del inversor minorista, que ha entrado con entusiasmo tras los máximos alcanzados a finales del año pasado. Esto ha creado un cóctel peligrosamente volátil que ahora explota con una violencia que descoloca al inversor medio.
En estos casos, la caída no es tanto una consecuencia racional como una reacción emocional descontrolada. Las ventas se retroalimentan, el pánico domina el mercado, y se pierden las referencias.
Pero insisto: cuando miramos con perspectiva, muchas de estas caídas no dejan de ser correcciones dentro de una tendencia de fondo aún vigente. Eso sí, con una verticalidad que impide al inversor tomar decisiones informadas. La velocidad de los movimientos es tal que apenas hay tiempo para reflexionar.
Las consecuencias internacionales de esta guerra comercial también pesan. Algunos países como Japón o Australia han optado por la contención, evitando medidas recíprocas.
Otros, como China, han respondido con contundencia: aranceles equivalentes y restricciones a la exportación de materias estratégicas como las tierras raras. La Unión Europea, por su parte, mantiene una posición ambigua: hay una amenaza latente, pero también se percibe un intento diplomático por evitar una escalada.
La clave, a partir de ahora, será el rumbo que tomen las negociaciones. Si lo que estamos viendo es simplemente una estrategia negociadora agresiva por parte de Trump, con el objetivo de obtener mejores condiciones comerciales, es posible que asistamos a un rebote técnico en los mercados.
Pero si se consolida la idea de una guerra comercial sostenida, sin visos de desescalada, lo más probable es que la volatilidad se mantenga elevada y las correcciones sigan su curso.