Escalada arancelaria y tensiones globales: Claves para entender lo que se avecina

Colaboraciones y medios16 Abr. 2025

Las últimas semanas han sido especialmente complejas en los mercados financieros. Nos enfrentamos a una escalada arancelaria que no solo ha impactado la renta variable, sino que ha comenzado a sacudir con fuerza el mercado de bonos. La incertidumbre es elevada y, en este escenario, conviene hacer una lectura reposada para entender qué está ocurriendo, cuáles son las implicaciones y cómo debemos posicionarnos como inversores.

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El mercado de bonos: La nueva víctima de la incertidumbre

Durante los primeros compases de esta crisis, los mercados de renta variable se llevaron la peor parte. Sin embargo, la situación ha evolucionado.

Hoy, la presión se ha trasladado al mercado de bonos. La rentabilidad de los bonos estadounidenses ha repuntado de forma notable, y uno de los factores que podría explicarlo es la supuesta venta agresiva de deuda por parte de China.

Aunque Pekín lleva años reduciendo su exposición a la deuda de EE. UU. (de más de 1,3 billones a unos 760.000 millones de dólares), no hay cifras recientes que confirmen el volumen exacto de ventas. Aun así, la sospecha de que esta liquidación está contribuyendo a encarecer la financiación estadounidense cobra fuerza.

Y aquí está la paradoja: Trump quería reducir el gasto público y, sobre todo, el coste de la deuda. Pero si los tipos a 5, 10 y 30 años se sitúan en niveles elevados, el coste de los intereses se convierte en un lastre mayor.

Incertidumbre global: El caldo de cultivo de la volatilidad

Los mercados no solo están cotizando la guerra comercial. También pesan las dudas sobre la evolución de la inflación, la debilidad del dólar, la devaluación del yuan y los temores de una recesión global.

En Europa, las posturas también divergen. Mientras algunos líderes como Giorgia Meloni proponen eliminar barreras comerciales con EE. UU., otros como Emmanuel Macron insisten en combatir el superávit estadounidense en servicios, que afecta directamente a las grandes tecnológicas.

Este escenario fragmentado genera una sensación de desorden político que se traslada a los mercados. La falta de consenso sobre cómo afrontar el conflicto comercial contribuye al malestar del inversor, que percibe que cualquier dirección es posible: desde una escalada en la guerra arancelaria hasta un acuerdo sorpresivo que elimine barreras.

China: Fortalezas y vulnerabilidades

Es evidente que China tiene mucho que perder en esta guerra comercial. Su superávit con EE. UU. es amplio, y las medidas arancelarias afectan a su principal mercado exterior. Pero también es cierto que el país asiático cuenta con herramientas para defenderse.

A diferencia de Occidente, China no tiene un problema inflacionista. De hecho, su desafío es evitar una presión deflacionista. Esto le permite aplicar políticas expansivas sin el temor a descontrolar los precios: puede bajar tipos de interés, apoyar sectores estratégicos y devaluar su moneda de forma progresiva para mantener competitividad.

Este margen de maniobra es clave. Le permite resistir las embestidas sin recurrir a medidas desesperadas. Pero no hay que olvidar que recolocar la producción que antes se exportaba a EE. UU. en otros mercados no será tarea sencilla.

Bloques comerciales y nuevas dependencias

Uno de los riesgos más relevantes de este conflicto es la aparición de nuevos bloques comerciales. Lo estamos viendo en la aproximación entre China y Europa, con la petición de Bruselas de evitar una inundación de productos chinos que provoquen deflación.

En paralelo, desde el Banco Central Europeo se alienta a buscar rutas alternativas al comercio con EE. UU., pero sin caer en una nueva dependencia. Y ahí está el problema: tras la crisis energética con Rusia, Europa podría estar tentada a sustituir esa dependencia por otra con EE. UU., comprándole gas, petróleo e incluso armamento.

Esto sería repetir los errores del pasado. Especialmente porque Donald Trump no es precisamente un socio comercial predecible. La volatilidad de sus decisiones puede convertir esa nueva dependencia en un riesgo geopolítico mayúsculo.

La Eurozona: Demasiadas voces, poco rumbo común

Otro de los grandes hándicaps de Europa es la falta de una posición común. Vemos a Pedro Sánchez viajando a China mientras Meloni defiende los lazos con EE. UU. y Macron amenaza con sancionar a las tecnológicas estadounidenses. Reino Unido y Francia parecen querer liderar, pero otros como Hungría mantienen posturas opuestas.

Sin una estrategia coordinada, la capacidad de negociación de la UE se debilita. Y en un mundo donde se están forjando nuevos equilibrios geopolíticos, esa desunión puede salirnos muy cara.

Conclusión: Diversificar relaciones y actuar con prudencia

Este nuevo orden económico nos obliga a reflexionar. No podemos seguir actuando como si todo volviera a la normalidad en unas semanas. El escenario actual puede alargarse y requerir adaptaciones estructurales.

Como inversores, debemos priorizar activos que ofrezcan solidez ante escenarios volátiles.
Como ciudadanos, conviene exigir a nuestros dirigentes claridad y estrategia en la defensa de los intereses comunes.
Como continente, Europa debe aprender de los errores con Rusia y evitar nuevas dependencias geoestratégicas.

La solución no pasa por alinearse ciegamente con EE. UU., sino por diversificar nuestras relaciones comerciales y fortalecer la autonomía económica. Porque si algo hemos aprendido en los últimos años, es que depender de un solo proveedor puede salir muy caro.

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