Una recesión se caracteriza por una desaceleración económica que, si bien puede ser preocupante, tiende a ser de corta duración en comparación con una crisis. Puede ser causada por una variedad de factores, como una disminución en la demanda de bienes y servicios, fluctuaciones en los precios del petróleo o incluso cambios en las tasas de interés.
Una crisis económica implica un nivel de gravedad mucho mayor, por lo que debemos vigilar nuestras inversiones ya que la economía y los mercados financieros se ven afectados de manera muy significativa y los efectos suelen ser más duraderos y perjudiciales. Pueden ser causadas por eventos catastróficos como colapsos bancarios, burbujas especulativas que estallan o incluso crisis financieras a nivel global.
La característica distintiva de una crisis es su capacidad para desencadenar un colapso importante en los mercados, la pérdida masiva de empleos y una profunda recesión económica que se extiende por un período prolongado. Por ello, es importante disponer de referencias de crisis anteriores para evitar cometer los mismos errores.
Básicamente, mientras que una recesión representa una desaceleración económica, una crisis es un fenómeno mucho más grave que tiene un impacto más duradero y devastador en la economía y los mercados financieros. Es importante para los analistas económicos y los responsables de tomar decisiones comprender estas diferencias, ya que los enfoques para abordar y mitigar los efectos de una recesión son distintos de los necesarios para enfrentar una crisis económica.