The trader nº 98
La interpretación inteligente del mercado
La interpretación inteligente del mercado
Bienvenido a mi visión personal sobre la actualidad de los mercados financieros nº98. Gracias por tu interés, si te has perdido alguna entrega o aún no estás suscrito puedes revisar aquí
En un mundo que cambia a velocidad de vértigo, muchos inversores siguen gestionando sus carteras con modelos construidos sobre los últimos 15 años. Tal y como advierte Ray Dalio, lo más importante es mirar la historia para identificar las dinámicas del pasado más lejano, aquellas que los inversores actuales no han tenido que vivir durante su carrera profesional. Porque de no hacerlo podríamos estar pasando por alto patrones devastadores que ya ocurrieron antes y que hoy, con un contexto geopolítico y económico en plena mutación, podrían reaparecer con fuerza.
Entre los riesgos más inquietantes destaca el recrudecimiento de tensiones comerciales entre Estados Unidos y Europa. Lo que comenzó como un conflicto arancelario, podría evolucionar rápidamente hacia una guerra tecnológica transatlántica. Europa ya percibe con claridad los riesgos de depender de la tecnología estadounidense, no solo por la posibilidad de que se desconecte, sino por su uso como arma política y económica. La reciente experiencia con la energía rusa, de la que Europa se volvió excesivamente dependiente y que terminó siendo utilizada como instrumento de presión geopolítica, debería servir como advertencia clara de los peligros de no diversificar estratégicamente los pilares tecnológicos además de los energéticos.
Otro riesgo que pasa desapercibido, pero que podría tener un impacto profundo en los mercados, es la posibilidad de una retirada masiva de capital global. Cuando se convierte el comercio y el dólar en armas, se incrementa el riesgo de repatriación activa de capitales. En ese escenario, el flujo libre de capital podría colapsar, afectando gravemente a la inversión internacional y a los activos más dependientes del capital externo.
También es importante prestar atención a los efectos de una posible reducción del déficit público en EE. UU., porque no cabe duda de qué buena parte de los beneficios empresariales récord de las últimas décadas se ha alimentado, directa o indirectamente, del enorme gasto público en el que hemos incurrido de forma generalizada. Si se recorta drásticamente ese déficit, tal y como pretende hacer EE. UU., muchas empresas podrían ver erosionados sus márgenes de beneficio, algo que pocos analistas de Wall Street parecen estar valorando adecuadamente.
Otro aspecto preocupante debería enfocarse en el hecho de que los inversores se han acostumbrado a que, ante cualquier crisis o caída del mercado, los bancos centrales y los gobiernos intervengan rápidamente para rescatar el sistema. Esta dependencia ha generado una peligrosa sensación de impunidad financiera. Sin embargo, estas intervenciones no son gratuitas: cada rescate suele venir acompañado de un aumento significativo del endeudamiento público y privado. Esta dinámica no solo distorsiona el funcionamiento natural del mercado, sino que va acumulando vulnerabilidades estructurales que podrían volverse insostenibles en el tiempo. Además, esta pérdida de preocupación por los riesgos ha fomentado una masiva concentración de capital en productos de inversión pasiva, donde prima la replicación de índices sin gestión activa del riesgo. La inversión activa, que históricamente ha desempeñado un papel crucial en la asignación eficiente del capital, y en la contención de excesos, ha ido perdiendo protagonismo en un entorno donde se da por sentado que el sistema siempre será rescatado a tiempo.
Conclusión
Vivimos el final de una era marcada por la globalización tal y como la conocíamos: con flujos de comercio, capital y personas aparentemente sin barreras. Hoy, ese modelo se está desmontando. La fragmentación geopolítica, el auge del proteccionismo y los cambios en la política migratoria a nivel global están redefiniendo los cimientos del crecimiento económico de las últimas décadas. A esto se suma el cambio radical que experimentará el mercado laboral con la irrupción de la inteligencia artificial, que no solo amenaza con destruir millones de empleos tradicionales, sino que también está reconfigurando el valor del trabajo humano. Prepararse para este nuevo entorno no significa predecir cada movimiento, sino entender que estamos ante transformaciones estructurales profundas que exigen una revisión total de nuestras estrategias de inversión y de análisis de riesgos.
Cierre Semanal | Cierre Anual | Precio actual | Últimos 5 días | En el año | |
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S&P500 | 5469.93 | 5881.94 | 5453.35 | -0.30% | -7.29% |
Nasdaq100 | 18796.70 | 21017.27 | 19122.24 | 1.73% | -9.02% |
Eurostoxx50 | 5071.01 | 4884.62 | 4923.53 | -2.91% | 0.80% |
Ibex35 | 12981.40 | 11595.00 | 12487.60 | -3.80% | 7.70% |
Oro | 3118.40 | 2639.30 | 3130.00 | 0.37% | 18.59% |
Brent | 69.58 | 74.80 | 63.92 | -8.13% | -14.55% |
Natgas | 4.35 | 3.63 | 4.01 | -7.89% | 10.39% |
SSE | 3319.61 | 3354.29 | 3219.77 | -3.01% | -4.01% |
Bitcoin | 83857.99 | 93484.46 | 81599.09 | -2.69% | -12.71% |
*Cierre semanal: 3 de abril del 2025 a las 10:03
*Cierre anual: Último dato del 31 de diciembre del 2024
*Cierre anual de Eurostoxx: 30 de diciembre del 2024
*Precio Actual: 10 de abril del 2025 a las 10:03
La guerra comercial entre EE. UU. y china: 125 razones para preocuparse
Las tensiones entre EE. UU. y China han escalado a un nuevo nivel. Washington ha impuesto aranceles del 125% sobre ciertos productos chinos a lo que China ha respondido, de momento, con un 84% de aranceles sobre productos estadounidenses, una medida que, de mantenerse, equivale a levantar un muro entre las dos mayores economías del planeta. El mensaje es claro: se acabó la globalización tal como la conocíamos entre estos dos gigantes.
El impacto en los mercados financieros es de extrema volatilidad. Cuando Trump anunció los aranceles generalizados asistimos a un desplome de los activos de riesgo. Pero el miércoles Trump cambió de rumbo sin preaviso y decidió concentrar su guerra comercial contra China, mientras anunciaba una rebaja al 10% de todos los aranceles durante noventa días, siempre que los países no hubiesen respondido a su guerra comercial.
Ahora está por ver cuál es la respuesta de China a esta subida adicional de los aranceles de Trump.
EE. UU., que mantiene un déficit comercial con China cercano a los 300.000 millones de dólares, utiliza como principal arma en esta guerra comercial la imposición de aranceles, que actúan como un impuesto a la entrada del producto chino por la frontera estadounidense. Con ello, busca encarecer los bienes chinos para el consumidor local y, al mismo tiempo, recaudar fondos para aliviar el peso de la deuda pública acumulada en los últimos quince años.
Por su parte, Pekín está empleando una combinación de medidas. A la respuesta arancelaria directa se suman restricciones sobre exportaciones clave como las «tierras raras», de las que China mantiene una posición dominante a nivel global y que son fundamentales para la fabricación de tecnología avanzada y armamento.
Además, está utilizando el tipo de cambio como herramienta de defensa. No es una devaluación abrupta, pero sí significativa: el yuan cotiza frente al dólar en niveles que no se veían desde 2007 (ver gráfico). La intención es doble: compensar parcialmente los nuevos aranceles sobre sus exportaciones y suavizar las tensiones internas de una economía que sigue mostrando debilidad.
Fuente: Tradingview
Otro de los movimientos que China lleva ejecutando desde hace tiempo es la reducción progresiva de su cartera de deuda estadounidense. En 2013 llegó a superar los 1,3 billones de dólares, lo que representaba el 30% de las tenencias extranjeras; a finales de 2024, esa cifra ha caído a 760.000 millones, apenas el 12%. El reciente repunte del coste de financiación a medio y largo plazo en EE. UU. ha reavivado el temor a que China acelere la venta de estos activos para presionar al alza las rentabilidades, justo cuando la Reserva Federal está bajando tipos en los tramos cortos.
Pero probablemente el movimiento más estratégico de China sea la diversificación de sus alianzas comerciales. Pekín lleva años reforzando lazos con países del sudeste asiático, África, América Latina y Oriente Medio, promoviendo acuerdos bilaterales, inversiones en infraestructuras y el uso del yuan como divisa comercial. Iniciativas como la Franja y la Ruta o el RCEP, el mayor bloque comercial del mundo, reflejan una estrategia orientada a reducir la dependencia de EE. UU. y construir una red alternativa de aliados económicos. El cambio ya es visible: en 2008, más del 21% de las exportaciones chinas iban a parar a EE. UU.; hoy, esa cifra ha caído por debajo del 13%. Además, se están produciendo movimientos discretos pero relevantes hacia un mayor acercamiento comercial entre China y la Unión Europea. Si este entendimiento prospera, podría alterar el equilibrio geoeconómico global y dejar a EE. UU. en una posición cada vez más aislada.
Conclusión
El problema es que este nuevo capítulo de la guerra comercial no parece tener fácil marcha atrás. Los aranceles del 125% no son una herramienta de negociación: son una ruptura de facto. La capacidad de respuesta de China se centra ahora en impulsar su demanda interna y facilitar condiciones financieras más laxas, aprovechando que no tiene que preocuparse por las presiones inflacionistas a diferencia de lo que ocurre en EE. UU. y en Europa.
La guerra comercial ya no es un eslogan. Es una realidad. Y esta vez, el precio lo pagaremos todos. Si Washington no gestiona bien esta estrategia, corre el riesgo de ver cómo China refuerza sus vínculos con Europa y otras regiones del mundo, mientras EE. UU. se queda cada vez más solo en su trinchera comercial.
impacto en los beneficios: la clave para saber que pasará en la bolsa
Como es habitual, lo que termina pesando realmente en las decisiones del mercado a medio plazo, no es tanto la política ni los discursos, sino el efecto tangible que estos eventos tienen finalmente sobre los beneficios empresariales. Y en este caso, el impacto puede ser profundo. Los analistas han comenzado a revisar a la baja sus estimaciones de ganancias para las empresas del S&P 500. Las proyecciones para 2025 se están ajustando hacia los $220 por acción, una cifra que ya se perfila como un consenso entre las grandes casas de análisis.
Uno de los gráficos más ilustrativos en este contexto es el publicado por Goldman Sachs, donde se compara el escenario base de beneficios para 2025 con un escenario de recesión y con las proyecciones optimistas de consenso. En él se observa cómo, dependiendo del múltiplo de valoración (P/E) que el mercado esté dispuesto a pagar, el valor teórico del S&P 500 podría oscilar entre 3.100 puntos, en un escenario de recesión con múltiplos comprimidos a 14x, y 5.900 puntos en el caso más optimista. Lo preocupante es que incluso el escenario base de Goldman, con un BPA (beneficio por acción) de $253 y un múltiplo de 20x (la media de los últimos 5 años), solo justificaría un S&P 500 en torno a los 5.050 puntos, muy por debajo de las estimaciones de los analistas de hace tan solo unas semanas. Esto refleja de forma visual la presión que puede ejercer cualquier revisión negativa adicional de los beneficios sobre los precios actuales del mercado.
Fuente: Goldman Sachs
A esto se suma el efecto directo que tendrán los nuevos aranceles sobre el comercio exterior. Las exportaciones, duramente golpeadas por las medidas proteccionistas, representan más del 40% de los ingresos de las empresas del índice estadounidense. Una caída en ese flujo de caja afectará inevitablemente a los márgenes, al crecimiento proyectado y, por tanto, a la valoración que los inversores están dispuestos a pagar por esas compañías.
No se trata solo de una cuestión de contabilidad o previsiones. El ajuste en beneficios altera por completo la narrativa de crecimiento que venía sosteniendo la subida del mercado durante el último año. Y si esa narrativa se rompe, el sentimiento inversor cambia rápidamente de optimismo a cautela, cuando no a miedo.
Desde el punto de vista técnico, el mercado ha entrado en una zona complicada. Se han perdido niveles clave de soporte, y aunque algunos indicadores muestran lecturas de sobreventa extrema, la presión bajista sigue presente. Este comportamiento recuerda mucho al patrón de corrección vivido en 2022: fases de caída abrupta, rebotes técnicos que generan falsas esperanzas, y nuevas oleadas de ventas que terminan por agotar a los inversores, solo que esta vez con un nivel de volatilidad aún mayor.
La psicología del mercado juega aquí un papel determinante. Cuando todo cae, el instinto natural es protegerse, vender, salir del riesgo. Pero es precisamente en esos momentos cuando comienzan a gestarse las mejores oportunidades. El problema es que, emocionalmente, es casi imposible comprar cuando el sentimiento generalizado es de pánico. Esa disonancia entre lo que deberíamos hacer (comprar barato) y lo que sentimos que debemos hacer (vender para evitar más pérdidas) es lo que complica el proceso de inversión durante una corrección.
Además, este tipo de entornos no solo impactan a los inversores minoristas. Las gestoras de fondos, los institucionales y los algoritmos también responden al deterioro de las expectativas. Esto genera movimientos amplificados y una mayor volatilidad, donde los repuntes pueden ser tan violentos como las caídas, pero igualmente difíciles de aprovechar.
Conclusión:
Nadie sabe si el mercado ha tocado fondo ya, pero todo indica que estamos inmersos en una fase donde cada rebote debe verse con cautela. El entorno técnico, unido al deterioro de las perspectivas económicas y empresariales, sugiere que podríamos seguir viendo presión bajista en las próximas semanas o meses.
Sin embargo, es importante recordar que este tipo de procesos, aunque incómodos, son necesarios. El mercado necesita ajustar valoraciones, eliminar excesos y reconstruir una base sólida desde la cual reiniciar un nuevo ciclo alcista. Y ese proceso lleva tiempo. Mientras tanto, la clave está en gestionar bien el riesgo. No se trata de adivinar el suelo, sino de estar preparado para actuar cuando las señales lo indiquen. Como ya ocurrió en otras crisis, el momento de comprar llegará, pero probablemente no será evidente porque estará disfrazado de pesimismo, de miedo y de titulares negativos.
Por eso es tan importante tener un plan, seguir una estrategia clara y mantener la calma cuando el entorno parece caótico. El arte de la inversión consiste en saber reducir riesgo en los momentos de euforia, y aumentar el riesgo cuando los demás entran en pánico, porque la oportunidad no suele avisar; aparece cuando la mayoría está mirando hacia otro lado.
China, ¿oportunidad o amenaza? el futuro de Europa se juega ahora
La nueva guerra arancelaria iniciada por Trump ha provocado una sacudida geopolítica y comercial que obliga a Europa a redefinir sus alianzas estratégicas. En este contexto, el reciente viaje de Pedro Sánchez a China —coordinado con Bruselas— cobra una dimensión clave. No es una visita aislada: es la tercera en tres años y simboliza la voluntad europea de diversificar relaciones más allá de Estados Unidos.
China, la segunda economía mundial, representa una oportunidad indiscutible para la Unión Europea. Un mercado enorme, una capacidad tecnológica en crecimiento y una potencia inversora global. Pero también un riesgo evidente: el desequilibrio comercial es abismal. En 2024, España importó bienes chinos por valor de más de 45.000 millones de euros, mientras que nuestras exportaciones apenas alcanzaron los 7.400 millones. La tasa de cobertura, del 16,5%, refleja una dependencia significativa.
El desequilibrio es igual de preocupante a nivel europeo. En 2024, la Unión Europea exportó bienes a China por un valor de aproximadamente 213.300 millones de euros, mientras que las importaciones desde China alcanzaron los 517.800 millones. Esto se traduce en un déficit comercial de 304.500 millones de euros y una tasa de cobertura del 41,2%. Por cada euro exportado, se importaron más de dos euros en productos chinos.
Con el endurecimiento arancelario entre EE. UU. y China, hay un temor creciente en Bruselas: que Pekín desvíe parte de su producción hacia Europa, inundando el mercado con bienes baratos que puedan dañar gravemente a la industria local. Las tensiones son reales. El propio comisario europeo de Comercio ha reclamado un «reequilibrio tangible» en la relación con China. Y es que el desafío no es sólo económico: también es estratégico.
Bruselas ha definido a China con una fórmula que no deja lugar a dudas: «socio cooperador, socio negociador, competidor económico y rival sistémico». Es decir, la relación con China está cargada de matices. Hay que estrechar lazos, sí, pero con cautela. Fortalecer las exportaciones europeas, proteger sectores vulnerables y, sobre todo, evitar caer en una dependencia que comprometa nuestra soberanía económica.
La búsqueda de una autonomía estratégica abierta pasa por ampliar alianzas, pero también por definir con claridad los límites. China ofrece oportunidades enormes, pero también exige una política común, firme y coordinada en Europa, para evitar que la apertura se convierta en una puerta de entrada a desequilibrios insostenibles.
En este marco global, cabe también considerar el papel que podría jugar China en el caso de que se alcanzase la paz entre Rusia y Ucrania. Pekín ha mantenido una posición ambigua durante el conflicto, pero su influencia sobre Moscú y su capacidad para actuar como mediador podrían ser clave en un eventual proceso de reconstrucción y normalización de relaciones en Europa del Este. Una paz duradera abriría nuevas rutas comerciales y de inversión en la región, y China, con su poder económico y diplomático, buscaría participar activamente.
Conclusión
Europa se encuentra ante una disyuntiva decisiva: estabilizar su entorno más cercano sin permitir que el poder económico y político de China condicione sus principios fundamentales. Ya no basta con ser un mercado común. Es el momento de definir si quiere convertirse en un actor global, con voz propia, capaz de influir en el nuevo orden internacional. La forma en que se articule la relación futura con China puede marcar profundamente el papel de Europa en el mundo que viene.
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Las tres facturas que colocan al gobierno español entre la espada y la pared
España se enfrenta a una tormenta económica compuesta por tres frentes simultáneos: una nueva guerra comercial con Estados Unidos, una factura de pensiones en máximos históricos y la presión creciente para cumplir con sus compromisos en materia de defensa ante la OTAN. Separadas, estas cuestiones son complejas. Unidas, representan un desafío monumental para las cuentas públicas y para la sostenibilidad económica del país.
La reelección de Donald Trump ha reactivado el proteccionismo estadounidense. A partir del 2 de abril, ha comenzado a aplicarse un arancel del 10% a casi todas las importaciones en EE. UU., y el 9 de abril entrarán en vigor tarifas aún más agresivas: desde un 20% a productos europeos, hasta un 54% a los chinos. Según Funcas, el impacto directo sobre España puede restar hasta 0,3 puntos del PIB, es decir, cerca de 5.000 millones de euros. A ello se suman los efectos indirectos: caída de la inversión empresarial, competencia desleal de productos chinos redirigidos a Europa y una potencial oleada de cierres en sectores clave como el agroalimentario, el farmacéutico o la automoción.
La reacción del Gobierno ha sido rápida, aunque no necesariamente eficaz. Pedro Sánchez ha anunciado la movilización de 14.100 millones de euros, pero casi la mitad proviene de fondos ya existentes. La verdadera incógnita no es si hay recursos, sino cómo y cuándo llegarán a las empresas afectadas. De poco sirve la prontitud en anunciar medidas si después el dinero se libera con cuentagotas, como ya ha ocurrido durante meses tras el impacto de la Dana.
Mientras tanto, el gasto en pensiones sigue rompiendo récords. En marzo, la nómina mensual alcanzó los 13.492 millones de euros, un 50% más que cuando Sánchez llegó al poder en 2018. La AIReF está a punto de emitir un dictamen crucial: si se confirma que el gasto supera el límite del 15% del PIB establecido con Bruselas, España deberá aplicar la llamada “cláusula de cierre”, lo que implicaría recortes o nuevos ingresos fiscales, es decir, más impuestos.
Fuente: ElMundo
Desde 2020, el Gobierno ha recurrido a transferencias estatales de más de 40.000 millones anuales para tapar el déficit de la Seguridad Social. Un maquillaje contable que expertos consideran insostenible y peligroso.
A esto se suma la exigencia de la OTAN de incrementar significativamente el gasto en defensa, que probablemente se sitúe entre el 3% y el 3.5% del PIB. Actualmente, España no llega al 1,3%. Cumplir con el objetivo del 3% supondría un incremento anual de más de 27.000 millones de euros.
En otras palabras, entre los costes de la guerra comercial, las pensiones y la defensa, España podría verse obligada a reestructurar buena parte de su presupuesto. Todo esto en un contexto de menor crecimiento, elevada deuda y tipos de interés altos, con un Gobierno que no cuenta con mayoría parlamentaria para aprobar nuevos presupuestos, pese a que la Constitución exige su presentación anual. Cabe recordar que el año pasado ya se optó por prorrogar las cuentas del ejercicio anterior, lo que añade más incertidumbre fiscal y limita la capacidad de maniobra del Ejecutivo.
Conclusión
España no puede permitirse seguir respondiendo a problemas estructurales con medidas coyunturales. La guerra comercial puede durar años. Las pensiones seguirán creciendo por razones demográficas. Y los compromisos militares no van a desaparecer. Urge un debate serio sobre prioridades fiscales, eficiencia del gasto y reformas estructurales que garanticen la estabilidad futura. Porque si seguimos evitando el problema, lo acabaremos pagando más caro.
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Futuros vs. CFDs: ¿Qué diferencias hay?
En el mundo del trading y la inversión financiera, los inversores se enfrentan a una variedad de productos con los que operar. Entre ellos, los futuros y los contratos por diferencia (CFDs) ocupan un lugar destacado. Ambos instrumentos tienen características únicas que pueden beneficiar a diferentes tipos de traders según sus necesidades y estrategias. En este artículo, exploraré en profundidad las diferencias entre futuros y CFDs, analizaré cuál de ellos puede ser mejor dependiendo de la situación y discutiré qué estrategias pueden aplicarse para cada uno.
¿Estamos preparados para un entorno más desafiante, con tipos altos, bajo crecimiento y más desigualdad? Esa es prácticamente la pregunta que el CEO de JPMorgan Chase se planteaba en su esperada carta anual a los accionistas. Jamie Dimon hace un análisis contundente sobre la situación económica global y lo que podría estar por venir. Sus palabras no son optimistas. Dimon advierte sobre la posibilidad de un escenario de estanflación que se resume en un entorno de alta inflación, bajo crecimiento económico y desempleo elevado. Un cóctel peligroso que ya vimos en los años 70… y que podría repetirse. Aunque Dimon reconoce que la inflación ha bajado respecto a sus picos anteriores, insiste en que muchos factores siguen siendo estructuralmente inflacionarios como los altos déficits fiscales constantes, la re-militarización en varias partes del mundo, las inversiones necesarias en infraestructura (tanto tradicional como verde) y los cambios en el comercio global, con nuevos aranceles e incertidumbre.
Dimon prevé un “tira y afloja” en las políticas monetarias. Mientras un menor crecimiento suele empujar a bajar tipos, la inflación presiona en la dirección contraria. A largo plazo, cree que los tipos de interés seguirán subiendo, aunque a corto plazo puede haber oscilaciones. ¿Y en el caso de la bolsa? Dimon tampoco lanza señales alentadoras para los mercados financieros, explica que las valoraciones actuales siguen por encima de la media histórica, considera que los mercados aún descuentan una “aterrizaje suave” de la economía, pero él no está tan seguro.
Si bien, Dimon no afirma que se avecine una recesión… tampoco lo descarta. Su mensaje es claro: hay fuerzas económicas profundas en juego y aún podríamos ver más turbulencias en los mercados y en la economía real.
La carta también aborda cuestiones políticas y sociales. En medio de la guerra arancelaria desatada por Trump, el CEO de JP Morgan critica la polarización del discurso público y pide más diálogo y empatía: «Estamos siendo más crueles entre nosotros. Un poco más de amabilidad y entendimiento haría mucho bien.»
En medio de tanta polarización en su país se agradece la propuesta por parte del directivo de soluciones de “sentido común”, como reforzar la seguridad en la frontera, y reducir la influencia de intereses particulares (tanto ciudadanos como políticos). JPMorgan Chase cerró 2024 con beneficios récord con $54.000 millones en beneficios netos y sus acciones subieron un 6% en el último año.
Esta newsletter es un paso más de un camino que comencé hace años con la intención de poner algo de luz a muchas informaciones sesgadas o poco éticas sobre lo que sucedía en el mundo de la inversión. Hoy sigo con la misma idea, creo que si lo que define al mercado es el conjunto de lo que hacemos todos los inversores juntos, necesitamos hacer esto con responsabilidad, conocimiento y la información más rigurosa. Espero que en The Trader, te sientas identificado.
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