The trader nº 128
La interpretación inteligente del mercado
La interpretación inteligente del mercado

Bienvenido a mi visión personal sobre la actualidad de los mercados financieros nº128. Gracias por tu interés, si te has perdido alguna entrega o aún no estás suscrito puedes revisar aquí
Donald Trump y Xi Jinping se reunieron en Busan (Corea del Sur) por primera vez en seis años y alcanzaron una tregua comercial de un año que alivia, al menos temporalmente, las tensiones entre las dos mayores economías del mundo.
El acuerdo incluye varios compromisos concretos. Estados Unidos reducirá del 20% al 10% los aranceles aplicados a ciertos productos chinos relacionados con el fentanilo, una sustancia clave en el tráfico de opioides, mientras que China retomará las compras de soja y otros productos agrícolas estadounidenses, algo que Trump presentó como una “gran victoria” para los agricultores de su país. Además, Pekín suspenderá durante un año las restricciones a la exportación de tierras raras —materiales esenciales para la industria tecnológica y de defensa—, mientras Washington se compromete a no ampliar las sanciones a las filiales de empresas chinas ya incluidas en listas negras. También se pausarán los nuevos aranceles recíprocos en el comercio marítimo y las investigaciones estadounidenses sobre el dominio chino en la construcción naval.
Ambas partes se comprometieron a buscar una solución para el futuro de TikTok en Estados Unidos, un asunto que lleva años tensando las relaciones. Y dentro del paripé habitual de este tipo de encuentros, vimos más compromisos sin detalles concretos que cada uno vende a sus seguidores como triunfos: Trump asegura que China está dispuesta a aumentar las inversiones en Estados Unidos y a comprar energía estadounidense, incluido petróleo y gas procedente de Alaska; mientras Xi demuestra que Washington no puede obligarle a dejar de comprar petróleo a Rusia, como sí ha hecho con India.
Para rubricar la puesta en escena final, Trump anunció su intención de visitar China en abril, mientras que Xi fue invitado oficialmente a Washington: un gran titular para ambos.
La mayoría de los analistas interpretan este encuentro como una mera tregua, no como un pacto estable que resuelva las diferencias estructurales. Varios expertos la describen como una diplomacia de corto plazo para ganar tiempo y reducir la dependencia mutua. Para EE. UU., la prioridad es asegurarse el acceso a las “tierras raras” y evitar el monopolio chino en un recurso vital para la tecnología. Para China, el objetivo es desarrollar su propia capacidad tecnológica para no depender de las grandes multinacionales estadounidenses como Nvidia.
Por eso nadie espera una paz duradera. Detrás de los gestos diplomáticos persiste la realidad: una lucha por la hegemonía mundial, en la que la rivalidad estratégica se extiende al terreno tecnológico y militar, mientras en el plano político la batalla se centra en reforzar la influencia global. Busan ha supuesto un respiro, como la campana que marca el final de un asalto de boxeo. Pero que nadie piense ni por un minuto que la pelea ha terminado. La relación entre ambos países sigue basada en la competencia y la desconfianza, solo que temporalmente administrada. Una tregua más en una rivalidad entre potencias que, por ahora, no tiene fecha de caducidad.
| Cierre Semanal | Cierre Anual | Precio actual | Últimos 5 días | En el año | |
|---|---|---|---|---|---|
| S&P500 | 6871.89 | 5881.94 | 6795.94 | -1.11% | 15.54% |
| Nasdaq100 | 25985.06 | 21017.27 | 25617.87 | -1.41% | 21.89% |
| Eurostoxx50 | 5686.61 | 4884,62 | 5646.44 | -0.71% | 15.60% |
| Ibex35 | 16075.40 | 11595 | 16083.40 | 0.05% | 38.71% |
| Oro | 4009.00 | 2639,3 | 4020.60 | 0.29% | 52.34% |
| Brent | 63.94 | 74,8 | 64.03 | 0.14% | -14.40% |
| Natgas | 4.29 | 3,63 | 4.53 | 5.57% | 24.77% |
| SSE | 3985.06 | 3354,29 | 4006.31 | 0.53% | 19.44% |
| Bitcoin | 109555.27 | 93484,46 | 103274.79 | -5.73% | 10.47% |
*Cierre semanal: 30 de octubre del 2025 a las 10:00
*Cierre anual: Último dato del 31 de diciembre del 2024
*Cierre anual de Eurostoxx: 30 de diciembre del 2024
*Precio Actual: 6 de noviembre del 2025 a las 10:00
Sorpresa en el comunicado de la FED en su última reunión de octubre
El mercado esperaba una señal clara de que la Reserva Federal seguiría recortando tipos en diciembre. Pero Jerome Powell, en su comparecencia del 29 de octubre, rompió ese guion. Su mensaje fue contundente: “una nueva reducción en diciembre no es, ni mucho menos, algo garantizado”. Esa frase bastó para enfriar el entusiasmo de los inversores, provocar una caída inmediata en los bonos del Tesoro y recordar que la política monetaria de la mayor economía del mundo está ahora en una encrucijada.
Pese a ello, la Fed recortó un cuarto de punto, hasta el rango del 3,75%-4%, tal y como se esperaba, pero la división interna deja claro que el consenso empieza a resquebrajarse. Algunos miembros del comité temen que la inflación aún no esté del todo controlada, mientras otros miran con preocupación el enfriamiento del mercado laboral. Powell, al menos por ahora, parece inclinarse hacia este último grupo. Considera que el deterioro del empleo justifica cierto apoyo monetario, aunque sin comprometer la credibilidad del banco central ni dar por hecho que los recortes continuarán automáticamente.
Fuente: Investing, Bloomberg
A este entorno ya de por sí complejo se suma un factor adicional: el “shutdown” del gobierno estadounidense, es decir, el cierre parcial de la administración por falta de acuerdo presupuestario en el Congreso. Desde principios de octubre, esta situación mantiene paralizadas a varias agencias federales y ha interrumpido la publicación de buena parte de los datos oficiales de empleo, inflación y consumo. La Fed navega a ciegas, sin sus instrumentos habituales para medir el pulso real de la economía. Los miembros del FOMC se ven obligados a recurrir a indicadores privados y regionales, mucho menos precisos y actualizados, lo que añade un grado extra de incertidumbre a la decisión de diciembre. La situación recuerda a los tiempos previos a la pandemia: mercados nerviosos, una economía que lanza señales contradictorias y un debate interno cada vez más visible dentro de la Reserva Federal. Powell ha insistido en que la política monetaria seguirá guiándose por los datos, pero en un contexto sin datos fiables, ese principio se convierte casi en una paradoja.
Lo que sí confirmó el presidente de la Fed fue el final del programa de “quantitative tightening” (QT), es decir, la reducción progresiva del balance mediante la no renovación de los bonos que llegan a vencimiento y que la institución tiene en cartera. La decisión, que comenzará a aplicarse el 1 de diciembre, llega en un momento en que la liquidez de los mercados financieros parece haber alcanzado un punto crítico. Seguir reduciéndola podría provocar tensiones en el sistema monetario, algo que ya se vivió en 2019, cuando los tipos interbancarios se dispararon por la escasez de reservas en el sistema. Pese a que todavía tiene más de seis billones de dólares en su balance, la Fed considera que ya se ha alcanzado el nivel “adecuado” para mantener la estabilidad y evitar distorsiones mayores en los mercados de financiación a corto plazo.
La FED entra así en una fase más incierta y fragmentada. Con un mercado laboral que se enfría, una inflación aún por encima del objetivo y un gobierno en “shutdown”, Powell y sus colegas deberán decidir su próximo paso sin mapa, en medio de un entorno económico que mezcla señales contradictorias y tensiones políticas crecientes. La primera reacción en los mercados fue un recorte en la probabilidad de bajada de tipos de aquí a fin de año, un dólar que recuperó terreno frente al euro, un bono a 10 años que volvió a cotizar con rentabilidades por encima del 4%, y caídas moderadas en la renta variable. Y esa reacción resume la nueva realidad: la Fed ha pasado de ser un ancla de previsibilidad a una fuente de incertidumbre, y eso, en los mercados, suele traducirse en una prima de riesgo más alta.
Los inversores comienzan a exigir retorno a las gigantes inversiones en IA
La última temporada de resultados de las grandes tecnológicas ha vuelto a girar en torno a la inteligencia artificial. Pero, a diferencia de trimestres anteriores, el mercado ha empezado a distinguir entre promesas y resultados. La narrativa del “todo vale” para la IA comienza a perder fuerza, y los inversores ahora exigen algo más que planes ambiciosos: quieren ver beneficios tangibles. Las grandes compañías del sector (Amazon, Alphabet, Microsoft, Meta, Apple y Tesla) superaron las expectativas, con un crecimiento de beneficios cercano al 27%, muy por encima del 15% previsto antes del inicio de la temporada. Pero el comportamiento en bolsa mostró un cambio importante: la recompensa ya no es automática. Las empresas que lograron demostrar que sus inversiones en IA generan ingresos reales fueron premiadas, mientras que aquellas cuyos proyectos aún no se traducen en resultados fueron castigadas con dureza. Amazon fue la gran ganadora de la semana. Su división de servicios en la nube, AWS, volvió a acelerar el crecimiento y sus acciones subieron casi un 10%, pese al fuerte aumento de la inversión en infraestructura. Alphabet también convenció al mercado al anunciar que los ingresos derivados de sus productos basados en IA generativa se triplicaron respecto al año anterior, y que las ventas de Google Cloud crecieron un 34%, superando las previsiones. En ambos casos, el mensaje fue claro: el gasto en inteligencia artificial empieza a dar frutos. En cambio, Meta se llevó el golpe más severo con sus acciones, registrando la mayor caída diaria de los últimos tres años después de que los inversores reaccionaran con escepticismo ante sus planes de gasto. Aunque la compañía destacó las mejoras en sus sistemas de anuncios y la eficiencia impulsada por la IA, la falta de ingresos visibles relacionados con esas inversiones encendió las alarmas. Microsoft tampoco escapó al escrutinio: su crecimiento en la nube no impresionó al mercado, y las acciones retrocedieron más de un 4% en dos días.
Fuente: Bloomberg
Los analistas coinciden en que se ha producido un punto de inflexión: el mercado empieza a aplicar una “disciplina de retorno” a la euforia inversora. Ya no basta con anunciar más gasto en inteligencia artificial; los inversores quieren saber cuánto se gana con cada dólar invertido. Es la primera vez desde que comenzó el auge de la IA que el incremento del gasto en capital no garantiza una respuesta positiva en bolsa. Aun así, la revolución tecnológica no se detiene. Los compromisos de inversión por parte de los grandes actores siguen actuando como motor del mercado y arrastran a todo el ecosistema asociado. Nvidia volvió a ser la gran beneficiada, con una subida cercana al 9% y una valoración que superó por primera vez los cinco billones de dólares, un hito histórico. También se vieron impulsadas otras empresas vinculadas a la cadena de suministro de la IA, como fabricantes de chips, proveedores de almacenamiento o constructoras de centros de datos. Incluso compañías industriales como Caterpillar, favorecidas por el auge de la infraestructura tecnológica, registraron alzas notables.
En conjunto, la inteligencia artificial sigue siendo el epicentro del crecimiento corporativo estadounidense. Los índices Nasdaq 100 y S&P 500 se mantienen cerca de máximos históricos, apoyados por el empuje de este sector que sigue concentrando la mayor parte de las ganancias del mercado. Sin embargo, el gran examen aún no ha llegado. Nvidia, el termómetro indiscutible del ciclo de la inteligencia artificial, presentará resultados el 19 de noviembre. Las expectativas son altísimas, y cualquier decepción, aunque no es habitual que se produzca, podría generar un impacto en cadena en todo el sector.
La lección que deja esta temporada de resultados es clara: la inteligencia artificial ha pasado de ser una promesa incuestionable a un proyecto que debe rendir cuentas. Los inversores ya no se conforman con visiones de futuro; ahora exigen evidencias de rentabilidad.
El entusiasmo sigue vivo, pero la paciencia basada en promesas futuras podría estar empezando a agotarse.
La paradoja solar de Europa
Europa vive un boom solar sin precedentes. Cada segundo se instalan cuatro paneles en algún punto del continente, y solo en 2025 se añadirán casi 70 gigavatios de nueva capacidad. La energía solar se ha convertido en símbolo de progreso, sostenibilidad y autonomía energética tras la crisis del gas ruso. Pero su éxito está empujando al límite una red eléctrica que fue diseñada para otra época.
Hace una década, los mapas de los centros de control europeos mostraban estabilidad total. Hoy, los paneles de monitoreo se tiñen de amarillo y rojo: señales de saturación. En 2024 se registraron más de 8.600 alertas de voltaje por encima de los límites permitidos, un aumento del 2.000% respecto a 2015, según ENTSO-E. El problema no es la energía solar, sino su velocidad de expansión. Desde 2020, Europa ha duplicado su potencia instalada mientras la demanda apenas creció un 2%. En países como España, Alemania o Italia, la solar ya aporta entre el 20% y el 25% de la generación total. Pero la red no puede absorber toda esa energía: el exceso provoca picos de tensión y, en casos extremos, apagones como el que dejó sin luz a 50 millones de personas en la península ibérica a comienzos de 2025.
Fuente: Entso-e
El desequilibrio también distorsiona los precios. En Alemania, el 5% de las operaciones de 2024 se hicieron con precios negativos; en España, más de la mitad de la generación solar de mayo de 2025 se produjo bajo esas condiciones. Algunos productores incluso pagan por verter energía a la red. Aun así, las inversiones continúan, impulsadas por el bajo coste de los paneles y los objetivos climáticos. “Tenemos mucha inversión en solar y la demanda está plana”, alertan desde 50Hertz.
Europa empieza a reaccionar: Alemania penaliza la sobreproducción, Italia instala equipos estabilizadores y ENTSO-E propone que las plantas renovables ayuden a controlar el voltaje. Los compensadores síncronos y los inversores inteligentes pueden estabilizar el sistema, pero las inversiones en red avanzan demasiado despacio. España, por ejemplo, no tenía ninguno operativo el día de su gran apagón.
El reto europeo ya no es generar energía limpia, sino integrarla con seguridad. Mientras China y EE. UU. equilibran su oferta con una demanda industrial creciente, Europa enfrenta el escenario contrario: exceso de capacidad y consumo estancado (ver gráfico 2). Europa quiere liderar la transición energética, pero su infraestructura va por detrás. Si la revolución solar no viene acompañada de una revolución en redes, almacenamiento y gestión, lo que hoy simboliza progreso puede convertirse en una fuente de inestabilidad.
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¿IA = crecimiento futuro sin empleo?
La economía estadounidense está mostrando un fenómeno inquietante: el PIB crece mientras la contratación se frena. Algunos lo llaman “crecimiento sin empleo”. ¿Es la inteligencia artificial la culpable? Difícil responder sin matices. Todo apunta a que la IA está elevando la productividad en tareas concretas, pero su efecto neto sobre el empleo dependerá de cómo las empresas rediseñen el trabajo y de si los gobiernos acompañan con formación, reglas de competencia y políticas de adaptación real.
Según el Fondo Monetario Internacional, cerca del 40% de los empleos del planeta están altamente expuestos a la IA generativa. Pero exposición no equivale a despido, sino a transformación: cambio de tareas, reasignación de tiempo y nuevas combinaciones de habilidades. El riesgo surge cuando esa transición no se gestiona bien. Si los beneficios del capital tecnológico se concentran, la desigualdad aumenta y el dividendo de la IA no se traduce en empleo de calidad. En ese escenario, la tecnología amplifica brechas y deja atrás a quienes no reciben formación o tiempo para adaptarse.
Estamos, sin duda, ante una de las revoluciones tecnológicas más importantes de la historia de la humanidad. La inteligencia artificial no es una moda: es un cambio estructural que reconfigurará el sistema productivo y las reglas sociales con las que hemos convivido durante décadas. Nadie puede prever con certeza el futuro, pero todo indica que en una década el mercado laboral será irreconocible. Para quienes se adapten, aprendan y se reciclen, las oportunidades serán enormes. Pero para otros (por edad, falta de conocimientos o simplemente desinterés) esta ola puede convertirse en una sentencia de exclusión. Cada revolución ha tenido ganadores y perdedores; la diferencia es que esta avanza a una velocidad sin precedentes.
Yo no tengo la respuesta, pero sí una convicción: debemos evitar los extremos. Ni el apocalipsis ni la promesa fácil. La evidencia sugiere un futuro de trabajo transformado, no eliminado, con claros avances de productividad y riesgos manejables… siempre que hagamos bien nuestra parte. El problema es que no confío en quienes deberían pilotar este cambio. Miro a la casta política que gobierna el mundo y veo con espanto que hace tiempo dejaron de hacerlo para los ciudadanos. Hoy solo buscan preservar un sistema del que se benefician. Pensar que serán capaces de anticiparse y preparar a la sociedad para esta disrupción es, siendo realistas, un acto de fe. Basta observar los debates a los que dedican su tiempo: irrelevantes frente al desafío histórico que enfrentamos. Pedirles que piensen en las próximas décadas es como pedirle a un niño que se preocupe por su vejez.
Algunos visionarios ya defienden como solución una renta mínima universal para quienes no trabajen. Es un debate legítimo, pero personalmente tengo mis dudas. El ser humano siempre se ha movido por metas, desafíos y logros. Trabajar (en el sentido amplio de crear, aportar o mejorar algo) forma parte de nuestra naturaleza. No creo que estemos preparados para vivir sin propósito, ni que una renta garantizada sustituya la satisfacción de sentirse útil. Porque sobrevivir no es lo mismo que vivir.
La mayoría de los inversores que pierde dinero no lo pierde por falta de oportunidades, sino por no tener un plan claro para saber cómo gestionar la salida: dejan correr las pérdidas demasiado o recortan los beneficios antes de tiempo, movidos por la emoción.
En el directo del 13 de noviembre a las 7:07 p.m. (hora Madrid) voy a explicar cómo distingo entre una corrección y un cambio real de tendencia, y cómo aplico la gestión del riesgo para reducir el impacto de los errores inevitables.
Es decir, cómo decido cuándo entrar o salir del mercado en función de lo que me “dicen” los datos.
Es un aprendizaje que puede evitarte muchos disgustos, así que, si todavía no te has inscrito, te recomiendo que lo hagas lo antes posible.
Esta clase es gratuita y aquí te dejo el enlace para apuntarte.
Os comparto los eventos donde participaré como ponente, me encantaría que me acompañéis en estas ocasiones especiales. Podéis encontrar todos los detalles aquí.
¡Nos vemos muy pronto!
A lo largo de mi carrera como analista, he visto muchos modelos intentar predecir los movimientos del mercado. Algunos desaparecen con el tiempo, otros se reinventan. Pero hay uno que, pese a su antigüedad, sigue generando interés entre inversores y curiosos: el ciclo de Benner. Este patrón, propuesto en el siglo XIX, pretende anticipar las fases de expansión y recesión económica con una regularidad sorprendente. ¿Es una herramienta útil o solo una coincidencia histórica? Te cuento más en este artículo.
Algo enorme está ocurriendo en el mundo de la inteligencia artificial, pero fuera del foco mediático. No tiene que ver con los modelos ni con los algoritmos, sino con la infraestructura invisible que los alimenta. Durante años, las grandes tecnológicas compraban capacidad en la nube a gigantes como Amazon, Google o Microsoft. Pero ahora estamos entrando en una nueva fase: la economía de guerra del cómputo.
Microsoft y otras compañías ya no se limitan a contratar servidores: están creando y financiando un ejército de empresas (las llamadas NeoClouds) dedicadas exclusivamente a generar potencia de cálculo para la IA.
Son una nueva especie dentro del ecosistema tecnológico: proveedores privados de cómputo a gran escala, que funcionan casi como extensiones de los gigantes tecnológicos. No ofrecen servicios al público, sino que construyen centros de datos enteros solo para un cliente y mueven por detrás los hilos.
Montar un centro de datos de alta capacidad cuesta miles de millones, y las NeoClouds no tienen ese capital, así que utilizan un mecanismo clásico de apalancamiento:
1. Firman un contrato a largo plazo, por ejemplo con Microsoft (que garantiza ingresos futuros).
2. Usan ese contrato como garantía ante fondos de inversión o bancos.
3. Obtienen créditos masivos para comprar GPUs y construir más infraestructura.
El resultado es que crecen a toda velocidad, pero a base de deuda. Y mientras, los reguladores y las redes eléctricas intentan alcanzar el ritmo, estas empresas hipotecan el futuro para sostener el apetito de cómputo de la IA. Así que ojo, porque lo que se presenta como “innovación” empieza a parecerse a una política industrial privada, movida por deuda, chips y contratos exclusivos.
En cualquier caso, lo que queda claro es que la IA no es solo una revolución tecnológica; es una carrera por el territorio computacional respaldad por deuda, donde el poder se mide en GPUs, capacidad eléctrica y acceso al crédito.
¿Qué ocurre cuando las sociedades sacrifican la libertad en nombre del confort? En el libro De libres y tiranos, Manuel de Miguel y José Ignacio Ruiz analizan con lucidez el gran dilema de nuestro tiempo: cómo el bienestar, la tecnología y la cohesión forzada están erosionando la cultura del esfuerzo, la responsabilidad y el pensamiento crítico.
Lejos del catastrofismo, los autores ofrecen un diagnóstico profundo de la crisis civilizatoria occidental y una llamada urgente a la conciencia individual: cuando dejamos de ejercer la libertad, otros la ejercen por nosotros.
Porque el poder hoy no se impone con cadenas, sino con algoritmos, subsidios y narrativas anestesiantes.
Una frase que podría resumir buena parte del momento histórico que vivimos: el dominio sutil del confort, la desinformación y la renuncia a pensar.
El ensayo propone una respuesta clara: recuperar la cultura, la conciencia y la responsabilidad individual. Un libro que nos invita a recordar que la libertad no se delega, se ejerce y que, aunque el cambio sea inevitable, la inacción es inaceptable. Está editado por Rialp.

Esta newsletter es un paso más de un camino que comencé hace años con la intención de poner algo de luz a muchas informaciones sesgadas o poco éticas sobre lo que sucedía en el mundo de la inversión. Hoy sigo con la misma idea, creo que si lo que define al mercado es el conjunto de lo que hacemos todos los inversores juntos, necesitamos hacer esto con responsabilidad, conocimiento y la información más rigurosa. Espero que en The Trader, te sientas identificado.
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