The trader nº 124
La interpretación inteligente del mercado
La interpretación inteligente del mercado
Bienvenido a mi visión personal sobre la actualidad de los mercados financieros nº124. Gracias por tu interés, si te has perdido alguna entrega o aún no estás suscrito puedes revisar aquí
La historia suele servir de ejemplo vivo de cómo debe actuar el ser humano si quiere afrontar con éxito los retos del presente. En ese sentido, el historiador Adrian Wooldridge propone un ejercicio de comparación entre el auge del populismo actual y lo que ocurría en el siglo XVII, cuando Europa se vio sacudida por revueltas contra unas cortes reales convertidas en símbolos de corrupción, privilegio y desconexión. Hablamos de esa tensión entre la “Corte” y el “País” (entre los poderosos y la gente común) que desató guerras civiles y un cambio profundo en el equilibrio de poder.
La analogía encaja sorprendentemente bien con nuestros tiempos. Hoy, la “Corte” ya no está formada por nobles, sino por una Administración pública hipertrofiada, organismos internacionales, grandes corporaciones y universidades convertidas en feudos ideológicos. La maquinaria del Estado ha crecido como un Leviatán moderno: gasta más de lo que produce, se reproduce a sí misma con puestos innecesarios, practica el “amiguismo” y multiplica los niveles de regulación hasta el punto de paralizar su propia eficacia. Para sostener todo esto, la recaudación impositiva bate récords históricos: en la Unión Europea, la presión fiscal supera ya el 40% del PIB, mientras que en España los ingresos por impuestos crecieron un 50% en la última década, pese a que los salarios apenas avanzaron. Ciudadanos y empresas acaban asfixiados para mantener una estructura cada vez más costosa e ineficiente.
Al mismo tiempo, el malestar social se amplifica. Los jóvenes viven atrapados entre salarios bajos, vivienda inalcanzable (con precios que en España superan 8 veces el sueldo medio) y un horizonte incierto. Son quienes deben sostener con sus impuestos un sistema de bienestar diseñado para otra era, cuando la pirámide de población era eso: una pirámide, con muchos trabajadores jóvenes y pocos jubilados. Hoy, esa figura se parece más a una torre: cada generación tiene casi el mismo tamaño y la base ya no puede sostener el peso de las capas superiores. La frustración no es solo económica, sino política: buena parte de la juventud siente que el sistema ya no les ofrece salidas ni representación, lo que alimenta la búsqueda de respuestas fuera de los cauces tradicionales.
Ese fenómeno no se queda en Europa. Desde Marruecos hasta Nepal, pasando por Madagascar, Kenia, Indonesia o Bangladesh, vemos a la generación Z protagonizar una ola de protestas contra las élites envejecidas y desconectadas. Jóvenes que ya no creen en promesas vacías ni en sistemas diseñados para beneficiar a los de arriba. En Rabat y Salé, los marroquíes se rebelan contra el despilfarro en estadios para el Mundial mientras la sanidad y la educación se deterioran; en Katmandú, los “nepo kids” (los hijos privilegiados de la élite) se convirtieron en el símbolo de la rabia juvenil; en Kenia y Bangladés, las marchas forzaron incluso la caída de gobiernos. Es el mismo grito: la “Corte” vive en lujo, mientras el “País” no llega a fin de mes.
A todo esto, se suma la revolución tecnológica de la inteligencia artificial, que amenaza con alterar la estructura laboral de forma radical. Si los gobiernos no reaccionan con visión, muchos empleos intermedios desaparecerán y la desigualdad se agravará. En lugar de reinventarse para adaptarse a esta nueva realidad, los Estados parecen obsesionados con mantener un modelo caduco, costoso y cada vez más ineficiente.
Como en el siglo XVII, el descontento con “la Corte” (ahora formada por la élite política, burocrática y corporativa) se extiende y alimenta el auge del populismo. Las sociedades se polarizan y los ciudadanos buscan respuestas fuera del sistema, igual que lo hicieron en su época la gente del campo y los “puritanos”, que encarnaban a los trabajadores más austeros, hartos de la corrupción, el lujo y el despilfarro de la corte hace cuatro siglos.
La lección histórica es clara: los países que reformaron su estructura de poder y limitaron el tamaño de sus cortes, como Inglaterra y Países Bajos, prosperaron; los que las mantuvieron intactas, como España o Francia, acabaron en crisis o revolución. Hoy estamos en un punto similar. Si no reducimos el tamaño del Estado, si no reequilibramos la relación entre el centro y la periferia, entre los que gobiernan y los que producen, la fractura social y política solo se profundizará.
El pasado no se repite, pero rima. Y cada vez más, entre protestas juveniles que se multiplican en todo el mundo y la desconexión de unas élites que viven en su propio palacio de cristal, el eco del siglo XVII me suena inquietantemente familiar.
Cierre Semanal | Cierre Anual | Precio actual | Últimos 5 días | En el año | |
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S&P500 | 6720.48 | 6710.62 | 6754.09 | 0.50% | 14.83% |
Nasdaq100 | 24851.29 | 24799.24 | 25133.92 | 1.14% | 19.59% |
Eurostoxx50 | 5662.15 | 5634.37 | 5656.84 | -0.09% | 15.81% |
Ibex35 | 15654.80 | 15562.20 | 15641.70 | -0.08% | 34.90% |
Oro | 3865.50 | 3893.30 | 4046.70 | 4.69% | 53.32% |
Brent | 64.49 | 65.47 | 66.38 | 2.93% | -11.26% |
Natgas | 3.43 | 3.44 | 3.31 | -3.52% | -8.73% |
SSE | 3852.43 | 3883.13 | 3934.11 | 2.12% | 17.29% |
Bitcoin | 122318.40 | 118565.88 | 121947.14 | -0.30% | 30.45% |
*Cierre semanal: 2 de octubre del 2025 a las 10:00
*Cierre anual: Último dato del 31 de diciembre del 2024
*Cierre anual de Eurostoxx: 30 de diciembre del 2024
*Precio Actual: 9 de octubre del 2025 a las 10:00
Trump fuerza a Israel y Hamas a sentarse a la mesa de negociación
Donald Trump ha puesto sobre la mesa el plan de paz más ambicioso de los últimos años para intentar frenar la guerra entre Israel y Hamás. Sus 20 puntos han generado esperanza y escepticismo a partes iguales.
Para Hamás, el texto ofrece la posibilidad de sobrevivir al castigo militar sin precedentes sobre Gaza. La propuesta contempla la liberación de 250 presos palestinos condenados a cadena perpetua, más de 1.700 detenidos tras el 7 de octubre y la creación de un gobierno tecnócrata, incluso con el regreso de la Autoridad Nacional Palestina. Pero el coste es alto: entregar en solo 72 horas a todos los rehenes, renunciar a su arsenal y aceptar un despliegue internacional. En otras palabras, dejar en suspenso la esencia de su resistencia.
Para Israel, la propuesta supone la mejor oportunidad desde el inicio de la guerra. Recuperar a 48 secuestrados en tres días y lograr una Gaza desmilitarizada es un triunfo evidente. Además, si Hamás rechaza el acuerdo, Netanyahu podrá justificar una ofensiva total con mayor legitimidad internacional. Sin embargo, hay puntos muy incómodos: aceptar la vuelta de la ANP, abrir la puerta a un futuro Estado palestino y excarcelar a terroristas responsables de numerosos atentados. La derecha más dura lo ve como una traición a sus aspiraciones de anexión y colonización.
En este momento, las negociaciones siguen abiertas, centradas sobre todo en las exigencias de Hamás, que reclama garantías de que Israel cumplirá su parte una vez entregados los rehenes, así como un calendario claro para la retirada militar. Trump ha dado por válida la disposición de ambas partes y ha exigido a Israel detener de inmediato los bombardeos, algo que aún no ha ocurrido. Netanyahu, presionado por las críticas del ala más radical de su gobierno, intenta mantener el equilibrio sin provocar el enfado de Trump, su principal aliado, cuya reacción podría poner en riesgo este frágil intento de paz.
El presidente estadounidense combina cálculo político con ambición personal. Quiere calmar la indignación por las imágenes de Gaza, responder a la presión de las familias de los rehenes en Israel, complacer a sus socios árabes y proyectar su figura como mediador mundial con aspiraciones al Nobel de la Paz. Su mensaje fue claro: “Bibi, ha llegado el momento de poner fin a la guerra”.
La comunidad internacional respalda el plan, no tanto por fe en Trump, sino porque la crisis de Gaza se ha convertido en un problema interno en muchos países, con protestas en parlamentos, calles y encuestas. Hoy, el mundo se aferra a esta propuesta como la única vía posible para detener la destrucción.
En definitiva, Trump ha conseguido lo más difícil: forzar a Hamás e Israel a moverse y poner a todos a hablar de paz. La gran incógnita es si estamos ante una oportunidad histórica para encaminar la solución de dos Estados o ante una tregua envenenada que solo pospondrá el siguiente capítulo de violencia.
El “shutdown”: ¿es una oportunidad para frenar la degradación interna de EE. UU.?
Estados Unidos vive un proceso tan sutil como inquietante: una transformación del sistema político desde dentro, impulsada por lo que muchos analistas denominan autoritarismo democrático. No es una dictadura clásica ni un golpe de Estado visible, sino algo más insidioso. Consiste en utilizar los propios mecanismos de la democracia (las leyes, los tribunales, las instituciones públicas) para concentrar el poder y neutralizar la disidencia. Las elecciones siguen existiendo, los medios continúan publicando y los partidos mantienen su apariencia de pluralismo, pero el equilibrio de poderes se desvanece. Poco a poco, las normas dejan de proteger al ciudadano y pasan a blindar al gobernante. La erosión es tan gradual que gran parte de la población apenas la percibe. Y cuando finalmente lo hace, ya es demasiado tarde.
En menos de un año, Donald Trump ha convertido esa estrategia en un manual de poder. Ha despedido a decenas de miles de funcionarios, desmantelado agencias públicas, presionado a empresas y medios de comunicación, y usado el aparato del Estado como herramienta personal. Ha mezclado sin pudor sus negocios privados con las funciones de gobierno, influyendo en políticas que benefician sus inversiones o las de sus socios. Ha utilizado su influencia sobre las criptomonedas, sobre sectores energéticos y sobre medios afines para reforzar su poder político. Es un presidente que actúa como empresario en la Casa Blanca, sin que nadie (ni los reguladores, ni el Congreso, ni los tribunales) le pida cuentas.
Lo más inquietante no es solo su agenda autoritaria, sino la ausencia de oposición real. El Partido Demócrata, dividido y temeroso, sigue sin saber cómo plantar cara. Ahora tiene, sin embargo, una oportunidad inédita: los republicanos necesitan sus votos para poner fin al “shutdown” del Gobierno. Por primera vez en un año, los demócratas podrían bloquear el país, pero temen hacerlo. Saben que Trump aprovecharía la ocasión para presentarlos como los culpables del caos. Y, sin embargo, ceder de nuevo sería un error histórico: permitiría al presidente seguir gobernando como si nada ocurriera, consolidando su poder y debilitando aún más los contrapesos institucionales.
El sistema institucional estadounidense (basado durante dos siglos en los llamados “checks and balances”) se enfrenta a su prueba más dura. Los contrapesos solo funcionan cuando los actores respetan las reglas del juego. Cuando el poder decide ignorarlas o reinterpretarlas, las instituciones se vuelven impotentes. Lo que está ocurriendo en EE. UU. no es una anomalía: ya lo vimos antes en Hungría, Turquía o Venezuela, donde los líderes populistas desmantelaron los frenos democráticos paso a paso, mientras la población seguía creyendo que vivía en un régimen libre. La represión se disfraza de legalidad, la censura se justifica como “protección nacional” y la intimidación a los medios o la justicia se presenta como “reforma institucional”.
Los demócratas tienen ante sí una oportunidad única para demostrar que aún pueden frenar la deriva autoritaria. Pueden doblegar a Trump, al menos una vez, forzándole a aceptar concesiones a cambio de dar por concluido el “shutdown”. Pero deben entender que no se trata de mantener el cierre del Gobierno durante unos pocos días, como ha ocurrido tantas veces antes, sino durante el tiempo que haga falta. Solo así los mercados financieros comenzarán a reaccionar con nervios y desconfianza, y llegado el momento, incluso las agencias de rating se verán obligadas a reflejarlo con una rebaja de la nota soberana, encareciendo el coste de financiación de la inmensa deuda que tiene EE. UU. Y si hay algo que Trump y su entorno empresarial no toleran, es una pérdida de confianza generalizada en los mercados.
Fuente: Cámara de Representantes de los EE. UU.
No sería la primera vez que el presidente da marcha atrás cuando la bolsa de valores le muestra los dientes: ya en abril de este año, durante su segundo mandato, suspendió a las pocas horas la entrada en vigor de sus propios aranceles tras la reacción de desplome superior al 20% en el S&P 500.
Si los demócratas mantienen el pulso del “shutdown”, el país enfrentará días de tensión y los mercados reaccionarán con nerviosismo. Pero si vuelven a ceder, la verdadera sacudida no será económica, sino institucional: cada concesión a Trump acerca un poco más a Estados Unidos a perder, sin darse cuenta, aquello que siempre lo definió como nación.
Japón rompe un techo de cristal político
Japón está a punto de hacer historia. Sanae Takaichi, de 64 años, se convertirá en la primera mujer en liderar el país tras imponerse en la carrera por el liderazgo del Partido Liberal Democrático (PLD), la formación que ha gobernado casi ininterrumpidamente durante siete décadas. Su victoria frente a Shinjiro Koizumi, ministro de Agricultura y representante del ala más moderada del partido, marca un giro político de gran calado.
Apodada por la prensa como la “dama de hierro de Japón”, Takaichi se inspira abiertamente en Margaret Thatcher. Su discurso combina nacionalismo, orgullo por la identidad japonesa y una visión clara en política exterior: reforzar la alianza con Estados Unidos y adoptar una postura más firme frente a China. En economía apuesta por recortes de impuestos y un mayor gasto público, y en política migratoria se ha alineado con las tesis más duras de la derecha japonesa, en un país donde los extranjeros apenas representan un 3% de la población.
La elección de Takaichi refleja también las tensiones internas dentro del PLD. Mientras las facciones más conservadoras veían en ella la mejor opción para recuperar votantes perdidos ante el populista Sanseito (un partido ultranacionalista que ha crecido bajo el lema de “Japón primero”), otras corrientes apostaban por Koizumi como símbolo de regeneración y modernidad. Al final, los 185 votos obtenidos por Takaichi frente a los 156 de su rival muestran que la balanza se inclinó hacia el ala más dura del partido.
El contexto político en Japón no es sencillo. El PLD llega desgastado tras una derrota histórica en las últimas elecciones, un aumento del coste de la vida que golpea a los hogares (con el arroz, duplicando su precio en un año), y múltiples escándalos de corrupción y financiación ilegal. Además, la sombra de la polémica Iglesia de la Unificación, con la que muchos cargos han estado vinculados, sigue dañando su reputación.
La gran incógnita ahora es si Takaichi podrá consolidarse como primera ministra. Aunque el PLD ya no tiene mayoría absoluta, sigue siendo el partido más fuerte en la Cámara Baja, lo que le otorga ventaja. El 15 de octubre se celebrará una sesión extraordinaria en el Parlamento para confirmar su elección, previsiblemente con el apoyo de partidos de centroderecha.
Fuente: tradingview
Japón, cuarta economía del mundo, abre así un capítulo político inédito. La llegada de una mujer al poder, en una sociedad todavía marcada por roles tradicionales y fuertes resistencias culturales, será histórica por sí misma. Pero lo que realmente definirá su legado será si Takaichi logra estabilizar la política japonesa tras años de líderes de corta duración y si consigue que el nacionalismo que la impulsa se traduzca en un proyecto de futuro viable para una nación que enfrenta el reto del envejecimiento, la presión geopolítica, el estancamiento económico y el mayor nivel de endeudamiento del mundo.
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El petróleo se convierte en un arma de guerra
Ucrania ha encontrado un modo sorprendentemente eficaz de golpear la economía de guerra rusa sin disparar un solo misil. Sus drones han inutilizado 21 de las 38 refinerías del país y han reducido en un 38% su capacidad total de refinado. El resultado es devastador: largas colas en las gasolineras, racionamiento en varias regiones (con un límite de 30 litros por coche), prohibición de exportar gasolina e incluso compras de emergencia a China. En pocas palabras, Rusia puede seguir extrayendo crudo, pero no puede transformarlo en combustible. Y en una economía dependiente del petróleo y el gas, eso equivale a asfixiar el corazón financiero del Kremlin. Algo que corrobora Putin con su decisión de subir impuestos a ciudadanos y empresas con el objetivo de financiar el coste creciente de la guerra.
Los llamados “drones sancionadores” de Kiev no atacan los pozos ni las reservas, sino el margen de beneficio. Cada refinería incendiada destruye el valor añadido que Rusia obtenía al transformar su crudo en gasolina, diésel o queroseno. El país se ve obligado a exportar más petróleo sin refinar, menos rentable, mientras pierde la capacidad técnica para reparar sus plantas: la tecnología es occidental y las sanciones impiden el acceso a repuestos. Al mismo tiempo, se multiplican los accidentes, los cuellos de botella y el deterioro operativo. Moscú raciona internamente el combustible y prohíbe las exportaciones para evitar un colapso social, pero la hemorragia económica continúa.
El impacto no se queda en Rusia. La reducción del refino altera todo el mercado mundial. China, por ejemplo, emerge como la gran beneficiada: compra crudo ruso con descuento, lo refina en sus propias plantas y se queda con los márgenes que antes capturaba Moscú. En India, la presión de Washington comienza a surtir efecto: el Gobierno ha amenazado con aranceles a las importaciones de petróleo ruso y algunos grandes operadores, como Adani, ya han suspendido compras. Y en Estados Unidos, Trump ve una oportunidad: colocar el crudo americano en los mercados europeos y asiáticos como sustituto del ruso, reforzando su diplomacia energética.
Mientras tanto, Arabia Saudí mueve sus fichas. En un contexto de exceso de oferta y débil crecimiento global, Riad amenaza con inundar el mercado y llevar el barril de Brent hasta los 50 dólares (ver gráfico). Puede permitírselo: su coste de extracción ronda los 8 dólares por barril, frente a los 40 o 50 de Rusia. Una caída de precios sería letal para Moscú y para buena parte del sector del “fracking” estadounidense, cuyos costes de producción siguen siendo elevados. Pero, por otro lado, serviría a los intereses de Trump: menos inflación y un mercado energético bajo control. Detrás de la aparente calma, se libra una batalla silenciosa en la que cada país utiliza el petróleo para golpear al adversario sin declarar una guerra formal.
Fuente: tradingview
El tablero energético global nunca había estado tan interconectado ni tan politizado. Ucrania ha desplazado el campo de batalla del frente militar al económico, atacando el margen de refino que financia la maquinaria de guerra rusa. Mientras tanto, China amplía su poder industrial, Arabia Saudí disciplina el mercado y Estados Unidos busca nuevas rutas para su crudo. Todos juegan la misma partida, pero con objetivos distintos.
El petróleo ya no es solo una materia prima, es un arma de guerra económica. Ucrania lo ha convertido en una herramienta de desgaste; Rusia lucha por sostener su sistema con respiración asistida; y el resto del mundo ajusta sus estrategias según hacia dónde se incline la balanza. En este nuevo tablero, no gana quien bombea más, sino quien controla los márgenes, las rutas y los tiempos. Y Ucrania parece estar aprendiendo a mover sus piezas con precisión de ajedrecista.
Un año más, estoy nominado y agradecido a Rankia y a su gran comunidad de inversores por incluirme entre los profesionales del sector financiero que más han contribuido este año con su conocimiento, cercanía y capacidad divulgativa.
En esta edición de 2025, he recibido nominaciones en tres categorías:
Si eres alumno mío, o si esta newsletter te ha ayudado a mejorar como inversor, te agradecería tu confianza y tu voto para apoyar a mi academia de inversión.
¡Muchas gracias por estar ahí!
Después de casi cuatro décadas en los mercados, puedo decirte que la mayoría de los inversores principiantes cometen un error común: intentar batir al mercado desde el primer momento. En cambio, las carteras indexadas parten de una lógica distinta: replicar el mercado en lugar de intentar superarlo. Y eso, para la mayoría, suele ser una decisión más rentable y sostenible a largo plazo.
Vamos a ver en este artículo en qué consisten, cómo funcionan y por qué pueden ser una excelente herramienta dentro de una estrategia de inversión.
Esta semana he tenido la oportunidad de participar en MERGE Madrid 2025, uno de los encuentros más relevantes sobre inversión, blockchain y activos digitales en España. Mi ponencia giró en torno a una pregunta clave: ¿cuál es la situación actual del mundo cripto desde una perspectiva técnica?
Allí mostré la evolución de Bitcoin, Ethereum y Solana en gráficos semanales y expliqué por qué considero que nos encontramos en un momento crítico dentro del ciclo del mercado. Los datos históricos de Bitcoin muestran que sus grandes movimientos siguen un patrón muy claro vinculado a los “halvings”, las reducciones periódicas en la recompensa por minado que ocurren aproximadamente cada cuatro años.
Si el comportamiento se repite, el techo del ciclo actual podría alcanzarse entre octubre y diciembre de 2025, seguido de una corrección cercana al 70%, que probablemente se extendería hasta finales de 2026. A partir de ahí, como ha sucedido en los ciclos anteriores, el mercado tendería a estabilizarse y prepararse para una nueva fase alcista de cara al próximo halving previsto para 2028.
Me centré en Bitcoin porque sigue siendo la única criptomoneda realmente descentralizada, con la mayor capitalización, liquidez y trayectoria. En comparación, Ethereum y Solana, que tienden a mostrar movimientos más extremos, lo que incrementa su volatilidad en las fases de corrección.
En resumen, entender los ciclos es fundamental para invertir con criterio. Los halvings no son un detalle técnico: son el metrónomo, el aparato que marca el ritmo de los ciclos del mercado cripto.
En momentos de entusiasmo generalizado, conviene recordar que la paciencia, la gestión del riesgo y el análisis técnico siguen siendo las herramientas más valiosas del inversor.
Líneas rojas para la IA. Más de 200 ex jefes de Estado, premios Nobel, investigadores y líderes tecnológicos, junto con 70 organizaciones de IA, han lanzado en la Asamblea de Naciones Unidas recién celebrada en Nueva York, la iniciativa “The Global Call for AI Red Lines”. Su objetivo es alcanzar antes de 2026 un acuerdo internacional que establezca límites claros y verificables que la IA nunca debería cruzar, advirtiendo que la trayectoria actual de esta tecnología supone “peligros sin precedentes”.
Entre los firmantes destacan Geoffrey Hinton y Yoshua Bengio (considerados los “padrinos de la IA” y ganadores del Premio Turing), Wojciech Zaremba (cofundador de OpenAI) e Ian Goodfellow (Google). Las primeras propuestas incluyen prohibir que la IA suplante a humanos, impedir su replicación autónoma y vetar su uso en conflictos nucleares.
El trasfondo es claro: aunque muchas compañías han reclamado normas de seguridad comunes, la realidad muestra que la mayoría prioriza la rentabilidad y la carrera tecnológica por encima de la prudencia. Por ello, los impulsores defienden la creación de una institución global independiente con poder real de supervisión y sanción, que garantice el cumplimiento de estas “líneas rojas”.
El profesor Stuart Russell (UC Berkeley) lo resume con una analogía contundente: “Las empresas pueden cumplir no construyendo AGI hasta que sepan cómo hacerla segura, igual que no se levantaron plantas nucleares hasta que hubo una idea clara de cómo evitar explosiones.”
Esta newsletter es un paso más de un camino que comencé hace años con la intención de poner algo de luz a muchas informaciones sesgadas o poco éticas sobre lo que sucedía en el mundo de la inversión. Hoy sigo con la misma idea, creo que si lo que define al mercado es el conjunto de lo que hacemos todos los inversores juntos, necesitamos hacer esto con responsabilidad, conocimiento y la información más rigurosa. Espero que en The Trader, te sientas identificado.
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