The trader nº 123
La interpretación inteligente del mercado
La interpretación inteligente del mercado
Bienvenido a mi visión personal sobre la actualidad de los mercados financieros nº123. Gracias por tu interés, si te has perdido alguna entrega o aún no estás suscrito puedes revisar aquí
La historia económica nos enseña que resistirse a los avances tecnológicos siempre ha sido inútil. Ocurrió en la Inglaterra del siglo XIX con los tejedores que vieron cómo los telares mecánicos destruían su forma de vida, como pasó después con los conductores de diligencias sustituidos por el ferrocarril y el automóvil, o con los telefonistas que desaparecieron cuando las centralitas se automatizaron. Más cerca en el tiempo, lo vivieron los delineantes con la llegada de programas como AutoCAD, las discográficas ante la música en “streaming” o los videoclubs frente al auge de plataformas como Netflix. Hoy ocurre lo mismo con la inteligencia artificial. Lo que está en juego no es la tecnología en sí, sino nuestra capacidad de adaptación.
Los cambios del pasado fueron graduales. Entre la primera y la segunda Revolución Industrial transcurrieron décadas, permitiendo a varias generaciones aprender nuevos oficios y recolocarse en sectores emergentes. Hoy la situación es distinta: la velocidad de la innovación no da tregua. Lo que antes llevaba medio siglo, ahora ocurre en cuestión de años.
Esto genera un contraste curioso. Los trabajadores de más edad, muchos de ellos con estabilidad financiera, están relativamente protegidos. En cambio, los jóvenes recién graduados son los más vulnerables: se han preparado para empleos de entrada que la IA ya puede hacer en segundos, desde análisis de datos hasta redacción de informes. Por eso el desempleo juvenil crece más rápido que en otros grupos de edad. Y todos sabemos que un exceso de jóvenes sin oportunidades nunca ha sido buena receta para la estabilidad social.
El otro gran reto es la desigualdad que provoca la disrupción. Hoy las ganancias se concentran en unos pocos sectores y compañías: fabricantes de chips, plataformas de nube, líderes en software e IA. Mientras tanto, industrias intensivas en servicios como el comercio, la hostelería o la sanidad apenas perciben mejoras de productividad. Estamos ante un progreso asimétrico: unos pocos avanzan a toda velocidad mientras otros se quedan rezagados.
El futuro será inevitablemente disruptivo. La robótica eliminará millones de empleos, los vehículos autónomos transformarán el transporte y la logística y la salud vivirá una revolución que ampliará nuestra vida útil de forma radical. Todo esto sucederá en menos de una generación. No hay duda de que mejorará la calidad de vida global, pero la transición será dolorosa para muchos.
La tentación política será prometer la protección de los empleos amenazados y garantizar una renta básica. Sin embargo, el verdadero papel de los gobiernos no debería ser preservar el pasado, sino ayudar a que las personas se adapten al futuro. Formar, reciclar, facilitar la movilidad laboral y, sobre todo, preparar a los jóvenes para los trabajos que realmente existirán.
Estamos entrando en una década en la que se cruzarán varios frentes: disrupción tecnológica, tensiones geopolíticas, problemas de deuda y un relevo generacional en el liderazgo político y social. Un cóctel que exige reflexión y preparación. Pero por encima de todo, la pregunta clave será: ¿cómo quiere situarse cada uno de nosotros? ¿Entre quiénes intentan resistirse a lo inevitable o entre quienes buscan aprovechar la ola para crear nuevas oportunidades?
El futuro no será sencillo, pero nunca lo ha sido en momentos de gran transformación. Cada revolución tecnológica trajo consigo miedos, incertidumbres y pérdidas, pero también abrió la puerta a un mundo con más bienestar, más opciones y más posibilidades. Esta vez no será diferente. Quienes se preparen, aprendan y abracen el cambio tendrán delante un horizonte lleno de oportunidades. El reto no está en detener la disrupción, sino en decidir de qué lado de la historia queremos estar.
Cierre Semanal | Cierre Anual | Precio actual | Últimos 5 días | En el año | |
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S&P500 | 6583.01 | 6710.62 | 6360.64 | 1.94% | 14.09% |
Nasdaq100 | 24221.75 | 24799.24 | 23166.72 | 2.38% | 17.99% |
Eurostoxx50 | 5477.50 | 5634.37 | 5385.60 | 2.86% | 15.35% |
Ibex35 | 15238.10 | 15562.20 | 14238.20 | 2.13% | 34.21% |
Oro | 3774.60 | 3893.30 | 3376.20 | 3.14% | 47.51% |
Brent | 68.72 | 65.47 | 67.40 | -4.73% | -12.47% |
Natgas | 3.22 | 3.44 | 3.14 | 6.71% | -5.34% |
SSE | 3804.48 | 3883.13 | 3605.19 | 2.07% | 15.77% |
Bitcoin | 109697.29 | 118565.88 | 118470.55 | 8.08% | 26.83% |
*Cierre semanal: 25 de septiembre del 2025 a las 10:00
*Cierre anual: Último dato del 31 de diciembre del 2024
*Cierre anual de Eurostoxx: 30 de diciembre del 2024
*Precio Actual: 2 de octubre del 2025 a las 10:00
Los retos de EE. UU. dentro y fuera de sus fronteras
Estados Unidos vive un momento de máxima tensión en dos frentes distintos, pero íntimamente conectados: dentro de sus propias fronteras y en el terreno internacional.
En el ámbito doméstico, el país se enfrenta a un nuevo cierre de la administración (shutdown) por la incapacidad de republicanos y demócratas de alcanzar un acuerdo presupuestario antes del 30 de septiembre, y ya es el tercero que se produce bajo la presidencia de Donald Trump. Lo que antes parecía una excepción se ha convertido en costumbre: el enfrentamiento político en Washington refleja un clima de polarización cada vez más extremo, que ya no se limita al Congreso, sino que se extiende a la calle y a la sociedad. El presupuesto federal se ha transformado en un arma de presión y millones de ciudadanos quedan atrapados en ese pulso partidista: funcionarios que pueden quedarse sin sueldo de manera temporal, familias que ven cómo se retrasan sus trámites cotidianos y unos mercados que reciben constantes señales de incertidumbre. La imagen que proyecta EE. UU. al exterior es la de una democracia capaz de paralizarse a sí misma por falta de consenso político.
Fuera de sus fronteras, el reto es igualmente inquietante. La guerra comercial iniciada por Trump se ha convertido en un frente sin límites claros: lo que comenzó con el acero, los semiconductores o los vehículos, ahora se sigue extendiendo a la madera, los muebles e incluso a los medicamentos, enviando al mundo un mensaje de imprevisibilidad. El último baile de cifras va desde el 10% de aranceles a la madera hasta un 100% a fármacos, lo que obliga a gobiernos y empresas a replantear sus cadenas de suministro sin saber qué sector será el próximo en sufrir un golpe.
Al mismo tiempo, la guerra en Ucrania añade un nivel extra de complejidad. Trump ha pasado de mostrarse reticente al envío de armamento a estudiar que Europa compre misiles Tomahawk para entregárselos a Kiev, un giro que fortalece a Zelenski pero también incrementa el riesgo de escalada con Moscú. En paralelo, su discurso hacia los líderes de ambos países ha sido cambiante: primero fueron las críticas constantes a Zelenski y los gestos de complicidad hacia Putin, para después invertir el tono y hacer justo lo contrario. Esta ambigüedad, lejos de aportar claridad, multiplica las dudas sobre el rumbo geopolítico de Estados Unidos y añade más dudas sobre un tablero internacional ya de por sí frágil.
En ambos frentes, el problema no es solo el efecto inmediato de cada medida, sino la incertidumbre estructural que generan. Dentro, porque los ciudadanos ven cómo la parálisis política puede cerrar su gobierno. Fuera, porque el comercio global se enfrenta a reglas que cambian de un día para otro. La suma de ambos factores dibuja un escenario en el que Estados Unidos, más que liderar con estabilidad, introduce volatilidad que condiciona tanto su política interna como la confianza internacional.
Y, sin embargo, pese a esta mezcla de tensiones, los inversores siguen apostando porque el futuro será brillante. El dinamismo de la economía norteamericana, su capacidad para reinventarse y la fuerza de la innovación —con la inteligencia artificial y la transición tecnológica a la cabeza— pesan más que los riesgos geopolíticos y comerciales. La gran incógnita es qué ocurrirá si esa confianza resulta ser excesiva y el choque entre expectativas optimistas y realidades políticas y económicas termina generando una sacudida mucho más fuerte de lo que hoy nadie quiere imaginar.
Un alto el fuego en gaza con el sello de Trump
Donald Trump ha vuelto a situar a Estados Unidos en el centro de la política de Oriente Próximo. Desde la Casa Blanca presentó un plan de paz de 21 puntos que, al menos sobre el papel, podría marcar un punto de inflexión en el conflicto de Gaza. La propuesta contempla un alto el fuego inmediato, la liberación de todos los rehenes en un plazo de 72 horas y la creación de una “junta de paz” internacional que administre la Franja mientras se reconstruye.
Benjamin Netanyahu, que durante meses había rechazado de plano estas condiciones, compareció junto a Trump para dar su visto bueno, aunque lo hizo con matices: si Hamas no acepta, Israel seguirá la guerra hasta el final. Con esas palabras quedó claro que el plan avanza con la aceptación israelí, pero que su éxito dependerá de la respuesta de la otra parte.
El esquema diseñado por Washington es ambicioso. Israel se comprometería a liberar a 250 presos con condena de cadena perpetua y a 1.700 gazatíes encarcelados tras los sucesos del 7 de octubre de 2023, incluidas mujeres y niños. Hamas, por su parte, debería entregar a todos los rehenes —vivos y muertos— en un plazo de tres días y renunciar a la violencia. Aquellos miembros dispuestos a convivir pacíficamente recibirían amnistía, mientras que quienes opten por exiliarse contarían con salvoconductos hacia terceros países.
La ayuda internacional llegaría de inmediato. El acuerdo prevé rehabilitar hospitales, panaderías, sistemas de agua y electricidad, además de iniciar la reconstrucción de infraestructuras básicas. Gaza quedaría bajo la gestión de un comité tecnócrata palestino supervisado por una junta internacional encabezada por el propio Trump, con la participación de figuras como Tony Blair. Además, se desplegaría una fuerza internacional temporal encargada de entrenar y apoyar a policías palestinos, con la colaboración de Egipto y Jordania, para garantizar la seguridad en la Franja.
Las reacciones, sin embargo, han sido dispares. Hamas y la Yihad Islámica han rechazado la propuesta, considerándola una receta para perpetuar la agresión. Los países árabes la observan con cautela, conscientes de que impone concesiones inmediatas a los palestinos a cambio de promesas de futuro por parte de Israel. Y en la ONU persiste la duda fundamental: Netanyahu sigue rechazando la creación de un Estado palestino, lo que plantea un obstáculo de fondo a cualquier solución duradera.
La iniciativa abre una ventana de oportunidad, pero también muchas incógnitas. La liberación de rehenes y el alto el fuego son la parte más tangible y rápida. Lo difícil vendrá después: gobernar y reconstruir Gaza en un escenario cargado de desconfianza y heridas abiertas. Una vez más, Oriente Próximo se encuentra ante un plan de paz que promete mucho, pero cuya viabilidad dependerá de la voluntad real de las partes y de la presión internacional.
El plan de Trump no es la solución definitiva, pero sí una oportunidad para detener la espiral de violencia y abrir un espacio de reconstrucción. Gaza necesita paz, pero sobre todo necesita futuro. Las generaciones que han crecido entre escombros merecen vivir con dignidad, sin miedo a la próxima bomba ni a la próxima venganza. La diplomacia, aunque imperfecta, es la única vía posible. Quizá no logre resolver todas las fracturas históricas, pero cada paso hacia la calma es un paso hacia la esperanza. Lo importante es no dejar escapar esta ocasión y recordar que la paz, por difícil que parezca, siempre empieza con un alto el fuego y con la valentía de sentarse a hablar.
China, entre la fábrica del mundo y la carrera por la IA
Desde su entrada en la OMC en 2001, China ha protagonizado una de las transformaciones económicas más rápidas y profundas de la historia moderna. En apenas dos décadas, pasó de ser el gran proveedor global de manufactura barata a convertirse en la segunda potencia mundial, el mayor exportador del planeta y un líder tecnológico en sectores clave. Su PIB per cápita se ha multiplicado por diez y el país acumula las mayores reservas de divisas del mundo, consolidándose como un actor imposible de ignorar en cualquier ecuación económica o geopolítica.
Sin embargo, bajo esa superficie de poder se esconden fuertes desequilibrios. Ciudades como Shanghái o Shenzhen muestran el rostro moderno y rico de China, mientras que vastas áreas rurales aún conviven con ingresos muy bajos y servicios básicos limitados. Esa dualidad explica por qué Pekín insiste en mantener su estatus de “país en desarrollo” dentro de la OMC, un argumento que se apoya en sus desigualdades internas, aunque contradiga su posición como superpotencia. Aun así, la novedad es que el primer ministro Li Qiang anunció en la ONU que, pese a conservar esa etiqueta, China ya no exigirá un “trato especial” en las futuras negociaciones comerciales, buscando proyectarse como un actor responsable y defensor del multilateralismo frente al proteccionismo creciente de Washington.
Por otro lado, China sigue rellenando el vacío que deja Estados Unidos en organismos internacionales mientras lidera el sur global y refuerza su papel en los BRICS. Esta estrategia le otorga influencia diplomática y económica, al tiempo que refuerza su identidad de potencia con un pie en el mundo desarrollado y otro en el emergente.
Pero la batalla decisiva no está en las etiquetas de la OMC ni en los foros diplomáticos, sino en el terreno tecnológico. La inteligencia artificial es el nuevo eje de la hegemonía global, y China avanza con fuerza para no depender de los chips estadounidenses. Jensen Huang, CEO de Nvidia, ha advertido que China está apenas “nanosegundos detrás” de EE. UU. en esta carrera. El gigante asiático obliga a que al menos la mitad de los chips en sus centros de datos sean de producción doméstica y apoya a empresas como Huawei en el desarrollo de alternativas a las plataformas dominadas por Estados Unidos. Esa apuesta por la independencia tecnológica, unida a su vasto mercado interno y a la rapidez de ejecución de sus planes industriales, convierte a China en un rival formidable.
La pregunta es clara: ¿será capaz, EE. UU. de mantener su liderazgo en un mundo donde China combina su poder económico, su influencia geopolítica y su empuje tecnológico para disputarle la hegemonía? La carrera está abierta, y todo indica que la IA será el terreno donde se juegue el futuro del orden global.
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Tokenización, Etfs de bitcoin y bonos digitales: la revolución silenciosa
Cada vez es más común que los inversores incluyan en sus carteras activos que hace poco parecían “exóticos”. Lo que antes sonaba a ciencia ficción es hoy una realidad: la frontera entre los activos tradicionales (bonos, acciones, oro) y los digitales (cripto, tokenización, finanzas descentralizadas) se difumina a gran velocidad.
Las razones son claras: una inflación que no termina de desaparecer, ciclos de tipos de interés cada vez más inciertos, tensiones geopolíticas constantes y la digitalización acelerada de las finanzas. Nadie cree ya en un regreso al mundo anterior a 2020. En este escenario, diversificar no significa únicamente mover el peso entre acciones y bonos, sino también plantearse cómo encajan los activos digitales dentro de una cartera equilibrada.
Los movimientos de los grandes jugadores lo confirman. BlackRock lanzó su ETF de Bitcoin y en menos de un año superó los 85.000 millones de dólares, una velocidad de crecimiento que recuerda al boom de los ETF de oro hace dos décadas. En paralelo, bancos centrales como el BCE o la Reserva Federal hacen pruebas piloto de bonos soberanos liquidados con dinero digital. Y la tokenización avanza imparable: desde inmuebles hasta deuda del Tesoro pueden transformarse en activos digitales, multiplicando la liquidez y cambiando la forma en que entendemos el colateral en los mercados globales.
Para los ahorradores, el impacto es evidente: más acceso, más opciones… pero también más riesgos. Productos que antes eran ilíquidos o costosos de negociar pueden estar disponibles con un clic. Al mismo tiempo, los reguladores buscan poner orden: Europa con su normativa MiCA y EE. UU. con su estrategia de activos digitales.
El debate entre lo viejo y lo nuevo pierde sentido. Lo inteligente será aprender a convivir con ambos mundos. La estabilidad ya no vendrá de repetir recetas del pasado, sino de la capacidad de adaptación. El reto será mantener la prudencia, hacer más preguntas para entender lo nuevo, y aceptar que la diversificación del futuro no solo mezcla activos distintos, sino también infraestructuras diferentes. El objetivo sigue siendo el mismo: proteger y hacer crecer el ahorro. Lo que cambia (como siempre ha ocurrido) son las herramientas que utilizamos.
Un año más, estoy nominado y agradecido a Rankia y a su enorme comunidad de inversores por incluirme entre los profesionales del sector financiero que más han aportado este año a la sociedad a través de su conocimiento, cercanía y capacidad divulgativa. Este 2025 tengo nominaciones como Mejor Analista Técnico, Mejor Divulgador Financiero y a la Mejor Academia de Formación. Si eres alumno mío, me sigues en redes o simplemente esta Newsletter te ayuda a ser mejor inversor, te pido tu confianza y tu voto este año para mi academia de inversión. Muchas gracias.
FAI conecta, congreso inmobiliario de profesionales inmobiliarios para el debate y negocio.
🗓️3 y 4 de octubre en Toledo (mi ponencia será el día 3).
Merge Madrid, evento sobre innovación Web3 y Blockchain con más de 200 ponentes de las empresas más reconocidas del sector.
🗓️7, 8 y 9 de octubre en Madrid (mi ponencia será el día 8).
Trading Day BCN con IG, un evento pensado tanto para quienes quieren dar sus primeros pasos como para traders con experiencia que buscan perfeccionar sus resultados.
🗓️9 de octubre en Barcelona.
Desde hace años me dedico a estudiar los mercados financieros desde múltiples enfoques. Y si hay un fenómeno que ha crecido con fuerza en el ecosistema cripto es el staking de criptomonedas. Muchos lo ven como una alternativa al “holding” tradicional, otros como una fuente de ingresos pasivos… pero no siempre se comprende realmente qué es, cómo funciona y qué implicaciones tiene. A lo largo de este artículo quiero contarte todo lo que debes saber sobre el staking.
Leo en Bloomberg como en EE. UU. se está consolidando una tendencia curiosa, especialmente entre los más jóvenes: la generación Z busca su independencia financiera a través de los dividendos, no de un empleo tradicional.
Los datos muestran que los ETFs orientados a dividendos han captado miles de millones en entradas netas durante 2025, convirtiéndose en una de las estrategias favoritas para quienes aspiran a generar ingresos pasivos. El sector ya mueve unos 750.000 millones de dólares en activos bajo gestión, y los fondos que ofrecen rentabilidades más agresivas (algunas por encima del 8 %) se han multiplicado por cuatro en apenas tres años.
Entre las causas por las que ocurre esto están:
Sin embargo, hay riesgo detrás del espejismo, ya que los dividendos no son “dinero gratis”: cuando una empresa reparte, su acción descuenta ese valor. Además, muchos ETFs que prometen rentabilidades elevadas lo logran con estrategias complejas y derivados, lo que aumenta el riesgo. El propio profesor Samuel Hartzmark lo llama la “falacia de los dividendos gratis”.
Lección para inversores:
En definitiva, esta tendencia refleja un cambio cultural: los jóvenes con educación financiera ya no buscan solo un empleo seguro, sino construir activos que trabajen por ellos y para ellos como para el resto de los inversores, la lección es clara: los dividendos siguen siendo un pilar de la estrategia a largo plazo, siempre que se gestionen con realismo y entendiendo sus riesgos.
En un mundo saturado de mensajes sobre la felicidad, el Dr. Quintero propone un camino distinto: un método accesible, práctico y con base científica para entrenar nuestras emociones.
El libro ¿Cómo estás? No promete fórmulas universales, sino un recorrido de 21 días en el que el lector se convierte en protagonista de su propio bienestar. A través de ejercicios diarios y del método Emociones 360, la obra invita a parar, reflexionar y construir poco a poco un hábito de felicidad duradera.
Su propuesta parte de una premisa clara: la felicidad no depende solo de la genética (50 %) ni de las circunstancias externas (10 %), sino de lo que hacemos cada día (40 %). Ese margen de acción se activa con pequeños cambios constantes: aprender a identificar emociones, gestionar el estrés, ajustar expectativas, mejorar el diálogo interno y fortalecer relaciones.
El recorrido se organiza en torno a cuatro pilares: el entorno, el impacto, el afrontamiento y la comunicación interna. Con ellos, el autor nos ofrece un mapa para ordenar lo que nos rodea, transformar la manera en que respondemos a lo que ocurre y cultivar una voz interior más coherente y constructiva.
Más que un manual, este libro es una experiencia que ayuda a vivir con mayor calma, resiliencia y autenticidad. Un recordatorio de que la felicidad, no es un destino al que llegar, sino un hábito que podemos entrenar cada día.
Esta newsletter es un paso más de un camino que comencé hace años con la intención de poner algo de luz a muchas informaciones sesgadas o poco éticas sobre lo que sucedía en el mundo de la inversión. Hoy sigo con la misma idea, creo que si lo que define al mercado es el conjunto de lo que hacemos todos los inversores juntos, necesitamos hacer esto con responsabilidad, conocimiento y la información más rigurosa. Espero que en The Trader, te sientas identificado.
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