The trader nº 108
La interpretación inteligente del mercado
La interpretación inteligente del mercado

Bienvenido a mi visión personal sobre la actualidad de los mercados financieros nº108. Gracias por tu interés, si te has perdido alguna entrega o aún no estás suscrito puedes revisar aquí
La reciente ofensiva israelí contra Irán ha desatado una nueva ola de incertidumbre en Oriente Próximo, en lo que muchos ya consideran la sexta gran sacudida en la región desde la Segunda Guerra Mundial. El periodista Thomas Friedman la sitúa al nivel de conflictos históricos como las guerras de 1956, 1967, 1973, la invasión del Líbano en 1982 y la ofensiva sobre Gaza en 2023.
Origen y razones del ataque israelí
Israel justifica su ofensiva como un intento de frenar la creciente amenaza nuclear iraní. Y se apoya en declaraciones del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) que ha alertado de que Irán posee más de 400 kilogramos de uranio enriquecido al 60%, una cantidad que, tras su purificación al 90%, podría servir para fabricar hasta 10 armas nucleares. Este avance, acelerado tras la retirada de EE. UU. del acuerdo nuclear en 2018, ha encendido todas las alarmas en Tel Aviv.
Pero es probable que Israel tenga un plan más ambicioso aun, y quiera aprovechar que Irán se encuentra profundamente debilitado por décadas de sanciones que han estrangulado su economía, reducido sus exportaciones de petróleo y colapsado su infraestructura. La moneda local, el rial, se ha desplomado, los apagones son frecuentes y los bienes básicos escasean. A esto se suman las recientes protestas sociales, que han sido duramente reprimidas con sentencias de muerte incluidas, y las crecientes sanciones europeas por violaciones de derechos humanos. En este contexto de fragilidad interna, Israel lleva debilitando los brazos armados de los grupos terroristas de Hamás, Hizbulá y los Hutíes y ha logrado eliminar a altos mandos militares iraníes en ataques precisos, incluso dentro de Teherán. Netanyahu busca poner en tela de juicio la propia estabilidad del régimen de los ayatolás para acabar con su principal enemigo en la región.
Posibles repercusiones y escenarios
Las acciones israelíes se han centrado en instalaciones clave como Natanz, Bushehr, Isfahan y Fordow, así como en tres centros nucleares no declarados. Algunas de estas bases están profundamente enterradas, protegidas contra bombardeos convencionales, lo que aumenta el desafío militar para Israel. Netanyahu ha prometido una campaña prolongada «el tiempo que sea necesario para eliminar la amenaza». Sin embargo, diversos analistas advierten que los ataques podrían tener un efecto contraproducente, acelerando el programa iraní en lugar de detenerlo. Aunque la respuesta iraní no ha causado demasiados daños en Israel, el conflicto podría escalar fácilmente. Uno de los mayores riesgos es que Irán opte por retirarse del Tratado de No Proliferación Nuclear y declare abiertamente su intención de dotarse de armamento atómico, al estilo de Corea del Norte. El OIEA ha reconocido su incapacidad para verificar que el programa iraní tenga exclusivamente fines pacíficos.
En el plano regional, los países del Golfo temen represalias en forma de ciberataques o sabotajes a infraestructuras energéticas. Un posible cierre del estrecho de Ormuz dispararía el precio del petróleo y afectaría la economía mundial. A su vez, un cambio de régimen en Teherán parece improbable a corto plazo, pese a los deseos de Netanyahu.
La postura de Estados Unidos y el G7
En medio del conflicto, la posición de EE. UU. se ha vuelto ambigua. Mientras Trump ha llamado a un alto el fuego, también ha reafirmado su apoyo a Israel y reactivado su política de «máxima presión» sobre Irán. En las negociaciones en curso, la administración Trump exige límites más estrictos al programa nuclear iraní, pero no descarta la intervención militar si no se alcanza un acuerdo.
Conclusión
Oriente Próximo se enfrenta a un momento crítico. El ataque israelí puede acabar siendo el detonante de una carrera armamentística irreversible en la región o, en el mejor de los casos, abrir un espacio para una nueva negociación diplomática. La gran incógnita es si los líderes implicados están dispuestos a actuar con la contención necesaria para evitar una guerra abierta. En un escenario internacional cada vez más polarizado, el margen de error es mínimo. Lo que está en juego no es solo la seguridad de una región, sino la credibilidad de los acuerdos de no proliferación nuclear y la estabilidad del orden global.
| Cierre Semanal | Cierre Anual | Precio actual | Últimos 5 días | En el año | |
|---|---|---|---|---|---|
| S&P500 | 6017.63 | 5881.94 | 5980.12 | -0.62% | 1.67% |
| Nasdaq100 | 21839.25 | 21017.27 | 21717.71 | -0.56% | 3.33% |
| Eurostoxx50 | 5286.30 | 4884.62 | 5222.41 | -1.21% | 6.92% |
| Ibex35 | 13861.40 | 11595.00 | 13812.80 | -0.35% | 19.13% |
| Oro | 3393.10 | 2639.30 | 3388.40 | -0.14% | 28.38% |
| Brent | 66.88 | 74.80 | 71.97 | 7.61% | -3.78% |
| Natgas | 3.63 | 3.63 | 4.05 | 11.52% | 11.49% |
| SSE | 3397.48 | 3354.29 | 3362.60 | -1.03% | 0.25% |
| Bitcoin | 106118.70 | 93484.46 | 104667.46 | -1.37% | 11.96% |
*Cierre semanal: 12 de junio del 2025 a las 10:03
*Cierre anual: Último dato del 31 de diciembre del 2024
*Cierre anual de Eurostoxx: 30 de diciembre del 2024
*Precio Actual: 19 de junio del 2025 a las 10:06
Una cumbre sin acuerdos en un mundo cada vez más fragmentado
La 51ª Cumbre del G7 celebrada en Kananaskis, Canadá, entre el 15 y el 17 de junio de 2025, puso de relieve más las divisiones que las soluciones. La tensión internacional, la falta de unidad y la creciente personalización de las relaciones diplomáticas marcaron un evento que, por primera vez en muchos años, renunció a su tradicional comunicado conjunto.
El gran protagonista fue el conflicto entre Israel e Irán. La reciente escalada militar y los ataques cruzados centraron buena parte de las conversaciones, con la presión europea sobre Trump como telón de fondo. Alemania, Reino Unido y Francia exigieron una postura clara de Estados Unidos, pero el presidente norteamericano se mantuvo ambiguo, en lo que muchos interpretaron como un intento de evitar compromisos que pudieran dañar su popularidad interna.
También se discutieron los aranceles comerciales impuestos por Estados Unidos, especialmente sobre acero, aluminio y automóviles. Canadá y México, directamente afectados, buscaron rebajar las tensiones, mientras que el anfitrión, Mark Carney, propuso extender los acuerdos del USMCA como vía de escape. Japón, por su parte, se centró en asegurar suministros estratégicos como semiconductores y minerales críticos.
Otro de los focos estuvo en la innovación tecnológica y la seguridad global. Se abordaron temas como la inteligencia artificial, la ciberseguridad, la lucha contra el narcotráfico, los incendios forestales (más de 200 activos en Canadá durante la cumbre) y las cadenas de suministro. Sin embargo, el formato elegido —centrado en encuentros bilaterales más que en discusiones multilaterales— dejó la sensación de una agenda dispersa y poco cohesionada.
Pero esta vez lo que llamó más la atención fue lo que se evitó tratar o se abordó de manera marginal. Ucrania, aunque presente a través de una breve intervención de Zelenski, quedó en segundo plano ante la urgencia de Oriente Medio. El cambio climático apenas apareció, más allá de su vínculo con los incendios. No se abordó con profundidad la relación con China, ni se plantearon soluciones colectivas ante los desafíos del sur global. Tampoco hubo avances concretos sobre defensa conjunta ni sobre el proyecto AUKUS, (conformado por Australia, Reino Unido y EE. UU.) Y la ausencia de un comunicado final dejó en el aire cualquier idea de consenso.
Conclusión
La cumbre fue, en definitiva, un reflejo de los tiempos. Con un Trump más cómodo en el cara a cara que en los foros multilaterales, y con líderes europeos intentando contener las turbulencias sin poder marcar una agenda común, el G7 parece hoy más un conjunto de intereses enfrentados que una alianza cohesionada.
En un mundo cada vez más polarizado, las grandes potencias parecen haber optado por proteger sus intereses particulares antes que construir soluciones globales. La falta de acuerdos no es solo un síntoma diplomático: es una advertencia sobre el tipo de orden internacional que se está gestando.
China muestra signos de reactivación: consumo al alza y alivio inmobiliario
Los datos macroeconómicos publicados por China en el mes de mayo dejan entrever dos tendencias que podrían marcar el tono de la segunda mitad del año: una mejora paulatina del consumo interno y una incipiente estabilización del mercado inmobiliario tras un largo periodo de correcciones.
Por el lado del consumo, las ventas minoristas repuntaron un 6,4% interanual, claramente por encima de las expectativas del mercado (5%) y del dato del mes anterior (5,1%) tal y como muestra el primer gráfico. Este resultado sugiere que los hogares chinos están recuperando parte de la confianza perdida. Este dato, junto con la resiliencia mostrada por la producción industrial (+5,8%), aunque levemente por debajo del 6% previsto y del 6,1% anterior, refuerza la idea de que la demanda interna está actuando como pilar de la reactivación económica.
Uno de los focos de debilidad en la economía china sigue siendo el mercado inmobiliario. Sin embargo, la caída de los precios se sigue moderando desde octubre de 2024 y pasa del -4% al -3,5% interanual, señal de una posible estabilización tras las múltiples medidas de apoyo implementadas por Pekín.
Fuente: Tradingeconomics
Este contexto macro se ve fortalecido por el reciente acuerdo comercial alcanzado entre China y Estados Unidos, que establece un pacto de aranceles medios sobre productos chinos en el 55%, mientras que China aplicará un tipo del 10% a las importaciones procedentes de EE. UU. Este desequilibrio refleja una concesión estratégica de Pekín con el objetivo de estabilizar las relaciones y garantizar el acceso a componentes tecnológicos y materias primas clave. Ambas partes establecen un mecanismo de revisión trimestral y un canal diplomático directo para prevenir nuevas escaladas. Y aunque no supone una eliminación completa de las tensiones, sí representa un paso relevante hacia la estabilización de las relaciones entre las dos principales potencias económicas del mundo.
Conclusión:
En conjunto, la combinación de un repunte del consumo, señales de estabilización inmobiliaria y una distensión comercial con EE. UU. abre una ventana de oportunidad para China en un contexto global aún incierto. Si el impulso de estas medidas se mantiene y Pekín logra consolidar la confianza interna, podríamos estar ante el inicio de una nueva fase de reactivación sostenida. No obstante, el margen de error sigue siendo reducido y dependerá en gran parte de la gestión política y del entorno internacional en los próximos meses, especialmente ante la imprevisibilidad de las decisiones comerciales de Donald Trump, cuyo historial muestra una tendencia a cambiar el tono o las condiciones de los acuerdos de forma abrupta y unilateral.
La rentabilidad de la bolsa de EE. UU. ¿Un cambio de ciclo?
Durante más de una década, la bolsa estadounidense ha brillado como ninguna otra. Entre 2014 y 2024, el retorno total del mercado alcanzó un espectacular 249%. Muchos lo atribuyeron a la fuerza de sus empresas, al dinamismo del sector tecnológico y a la aparente solidez económica del país. Pero una mirada más profunda revela una verdad menos cómoda: el motor principal de esa rentabilidad no fue tanto el crecimiento de beneficios, sino la entrada masiva de dinero. Según BNP Paribas, el crecimiento de los fundamentales —beneficios y dividendos— en esa década fue del 148%, muy en línea con su media histórica de largo plazo (algo más del 150%). Lo extraordinario fue el resto: una expansión de múltiplos que aportó el 101% restante del retorno. Es decir, los inversores no pagaban más por empresas que ganaban mucho más, sino por expectativas y flujos.
¿De dónde venían esos flujos?
Principalmente de tres frentes: los “baby boomers”, cuyas carteras alcanzaron máximos históricos de renta variable; los inversores extranjeros, empujados por el FOMO hacia Wall Street; y las propias empresas, que recompraban acciones a un ritmo récord.
¿Hay riesgo de que eso pueda cambiar?
Los baby boomers, que durante décadas alimentaron el mercado con sus inversiones, han comenzado ahora a retirar capital. Esta generación, actualmente con edades entre los 61 y 79 años, ha sido la más rica de la historia y está entrando en una fase vital en la que necesita financiar su jubilación. Eso implica vender activos en lugar de acumularlos. A esta tendencia se suma el mayor traspaso de patrimonio jamás registrado: más de 80 billones de dólares cambiarán de manos antes de 2050, según Capgemini. Aunque una parte de ese dinero continuará en los mercados financieros, una fracción importante podría desviarse hacia necesidades más inmediatas y personales, especialmente por parte de los herederos: la Generación X (entre 45 y 60 años) y, sobre todo, los Millennials (de 29 a 44 años). Muchos de ellos podrían destinar ese capital a la compra de vivienda, el pago de préstamos estudiantiles o los gastos cotidianos relacionados con la crianza y la vida familiar. Todo ello podría reducir significativamente la presión compradora estructural que ha sostenido al mercado durante décadas.
Fuente: elaboración propia con datos de Investment Company Institute, FRED, y Visual Capitalist
Por otro lado, el atractivo de EE. UU. para los inversores extranjeros está en entredicho. Un dólar débil ha hecho que mercados como el FTSE 100 o el DAX luzcan mucho mejor en términos relativos. Además, el nuevo entorno político y fiscal bajo Donald Trump introduce incertidumbres graves. La llamada “One Big Beautiful Bill Act” incluye una cláusula, la Sección 899, que permitiría imponer impuestos a inversores extranjeros si sus países aplican gravámenes considerados “injustos” contra ciudadanos o empresas estadounidenses. La idea de que un inversor no estadounidense reciba un trato fiscal diferente abre la puerta a distorsiones que podrían enfriar el apetito global por las acciones americanas.
Conclusión
En definitiva, el S&P 500 sigue siendo un mercado potente, pero ya no tan evidentemente irresistible. Si el motor de la última década fueron los flujos, y esos flujos se frenan o incluso se revierten, podríamos estar ante un cambio estructural más profundo de lo que los precios actuales reflejan.
Esto no significa necesariamente el fin de la hegemonía bursátil estadounidense, pero sí el fin de una era marcada por condiciones extraordinarias. La próxima década podría estar definida menos por la expansión de múltiplos y más por la calidad de los fundamentales, la disciplina fiscal y el atractivo relativo frente a otros mercados. La competencia global por el capital se intensifica, y en ese contexto, factores como la estabilidad política, la claridad normativa y la confianza institucional vuelven a ocupar un lugar central.
Los inversores que miran al futuro deberían, por tanto, hacerse una pregunta clave: ¿cuánto de lo que ha funcionado hasta ahora seguirá funcionando en un entorno global más fragmentado y menos complaciente? Quizás la próxima gran rentabilidad no venga tanto de adivinar el siguiente Apple o Nvidia, sino de entender hacia dónde se moverán los flujos de capital cuando el FOMO cambie de destino.
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El dólar frente al espejo: ¿reserva mundial o refugio rentable?
Durante años se ha sostenido que el papel del dólar como principal moneda de reserva mundial era el pilar sobre el que se apoyaba la capacidad de Estados Unidos para financiar su enorme déficit por cuenta corriente. Este déficit significa que el país gasta más de lo que ingresa en sus relaciones económicas con el resto del mundo: importa más bienes, servicios y capital de los que exporta. Para cubrir ese desequilibrio, necesita atraer constantemente capital extranjero. Sin embargo, los datos recientes desmienten la idea de que ese capital provenga principalmente de bancos centrales acumulando reservas en dólares. Hoy en día, la mayoría de los flujos hacia activos estadounidenses provienen de inversores privados que buscan rendimientos excepcionales.
La cuota del dólar en las reservas globales ronda el 58%, pero su presencia en los mercados financieros es aún mayor: representa cerca del 70% del principal índice global de renta variable. Esta diferencia revela una verdad incómoda: el atractivo del dólar ya no está ligado a su rol institucional como moneda de reserva, sino a la percepción de que invertir en EE. UU. ofrece oportunidades únicas.
Los flujos oficiales —aquellos provenientes de bancos centrales— han disminuido considerablemente desde 2014. En su lugar, grandes inversores institucionales como fondos de pensiones, aseguradoras y bancos públicos de Asia y Europa han tomado protagonismo. A diferencia de los bancos centrales, estos actores no compran dólares por obligación o seguridad, sino por su búsqueda activa de rentabilidad, aun asumiendo riesgos asociados al tipo de cambio. Estados Unidos, con su economía dinámica, su liderazgo tecnológico y sus elevados rendimientos en comparación con Europa, Japón o China, sigue atrayendo esos capitales.
Aunque los tipos de interés a diez años en EE. UU. rondan el 4,5% —muy por encima del 2,5% en Alemania o el 1,5% en Japón—, y pese a que el entorno internacional actual está marcado por una creciente incertidumbre geopolítica y una guerra comercial en plena escalada, el dólar no ha actuado como cabría esperar de una moneda refugio. Desde que comenzó el año, su cotización ha mostrado una clara tendencia a la baja frente a otras divisas, lo que plantea interrogantes sobre la solidez de su tradicional papel como activo seguro en tiempos de turbulencia (ver siguiente gráfico). Aunque la estructura favorable al dólar que se inició tras la crisis financiera del año 2008 sigue vigente, la pérdida del soporte principal, líneas de color azul, marca un signo de debilidad que podría acentuarse si finalmente se rompe el canal alcista de la última década y media.
Fuente: Tradingview
Este aparente cambio de comportamiento del dólar, incluso en un contexto que normalmente jugaría a su favor, invita a pensar que el mercado está comenzando a reevaluar su rol como refugio por defecto. Aunque el Tesoro estadounidense sigue ofreciendo un mercado de una escala difícil de igualar —ideal para absorber grandes volúmenes de inversión—, el exceso de deuda en circulación podría estar empezando a pesar. Las ventas masivas de bonos por parte de bancos centrales, como ocurrió en 2008 y 2020, demostraron que incluso los activos más seguros pueden ser objeto de tensiones en momentos críticos. Hoy, esa vulnerabilidad podría estar reapareciendo bajo una nueva forma: la pérdida de atractivo del dólar a pesar de su aparente fortaleza estructural.
Además, EE. UU. ya no puede contar con una demanda constante por parte de los bancos centrales. China, por ejemplo, ha evitado aumentar su exposición a la deuda estadounidense durante los últimos quince años, a pesar de contar con uno de los mayores superávits por cuenta corriente del mundo. Si la financiación externa depende más del optimismo de los inversores privados que de necesidades estructurales, el riesgo de una reversión inesperada de flujos aumenta.
Conclusión
La narrativa del dólar como refugio seguro y columna vertebral del sistema financiero global parece estar más sostenida en mitos que en evidencias. Hoy en día, su atractivo radica menos en su estatus institucional y más en la rentabilidad que ofrece. Esto obliga a replantear muchas de las ideas que han justificado el continuo endeudamiento externo de Estados Unidos. Si los inversores privados pierden interés o cambian su percepción sobre los mercados estadounidenses, las consecuencias podrían ser significativas para la estabilidad financiera global.
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Esta newsletter es un paso más de un camino que comencé hace años con la intención de poner algo de luz a muchas informaciones sesgadas o poco éticas sobre lo que sucedía en el mundo de la inversión. Hoy sigo con la misma idea, creo que si lo que define al mercado es el conjunto de lo que hacemos todos los inversores juntos, necesitamos hacer esto con responsabilidad, conocimiento y la información más rigurosa. Espero que en The Trader, te sientas identificado.
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