The trader nº 101
La interpretación inteligente del mercado
La interpretación inteligente del mercado
Bienvenido a mi visión personal sobre la actualidad de los mercados financieros nº101. Gracias por tu interés, si te has perdido alguna entrega o aún no estás suscrito puedes revisar aquí
La excepcionalidad del mercado estadounidense, durante años fuente de fortaleza para su economía y su liderazgo financiero global, parece estar desmoronándose más rápido de lo que muchos anticipaban. Bajo la presidencia de Donald Trump, lo que comenzó como una ambiciosa agenda de “América Primero” ha derivado en una sucesión de políticas erráticas que han deteriorado la confianza de los inversores en los activos estadounidenses, provocando caídas simultáneas en acciones, bonos y el dólar. Esta venta masiva reciente no solo refleja un ajuste natural al final de un ciclo expansivo, sino también un profundo cuestionamiento sobre la estabilidad política, jurídica y económica de Estados Unidos. Lo que hasta hace poco era considerado un refugio seguro, hoy se percibe como un territorio de riesgos crecientes.
La dinámica de la última década, protagonizada por recortes fiscales y estímulo monetario desmesurado, impulsó un crecimiento robusto y unos beneficios empresariales excepcionales que colocaron al S&P 500 muy por encima de sus homólogos europeos. Sin embargo, los pilares fundamentales de esta excepcionalidad —crecimiento, liquidez y Estado de derecho— se han visto gravemente erosionados en los últimos meses. La imposición arbitraria de aranceles, la amenaza explícita a la independencia de la Reserva Federal, y la improvisación en política exterior han introducido un nivel de incertidumbre sin precedentes. Los mercados, habituados a la estabilidad institucional de EE. UU., observan con creciente escepticismo las señales de deterioro en las bases que sustentaban el liderazgo económico global estadounidense.
El «Día de la Liberación», marcado por la implantación de elevados aranceles sin una estrategia económica coherente, fue un punto de inflexión claro. Desde entonces, los tipos de interés a largo plazo se sitúan en niveles máximos de las últimas dos décadas, mientras el dólar se ha desplomado de manera preocupante. Esta combinación letal evidencia que el miedo ya no es únicamente a la inflación, sino a un debilitamiento estructural del sistema económico estadounidense. Invertir en activos denominados en dólares ya no se percibe como una apuesta segura, sino como una jugada arriesgada en un entorno de creciente volatilidad. El capital internacional, que durante décadas fluyó hacia EE. UU. atraído por su estabilidad y previsibilidad, ahora empieza a buscar refugio en otros destinos.
Sin embargo, el problema más profundo no se encuentra únicamente en el deterioro de la confianza internacional, sino también dentro de sus propias fronteras. El verdadero talón de Aquiles de la economía estadounidense reside en la confianza interna de sus ciudadanos. Estados Unidos ha construido su fortaleza económica sobre un consumo privado robusto, que representa cerca del 68% de su PIB, muy por encima del peso que este componente tiene en otras economías desarrolladas. La resiliencia del consumo ha estado alimentada por un mercado laboral sólido y por el efecto riqueza derivado de la revalorización de activos inmobiliarios y financieros.
Desde la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, los activos estadounidenses han mostrado un desempeño claramente inferior al de Europa y China. Tanto el S&P 500 como el Nasdaq han sufrido caídas relevantes, los precios de los bonos se han debilitado, y el dólar ha perdido terreno frente a las principales divisas desarrolladas. Esto contrasta con años en los que la bolsa estadounidense y su deuda pública eran el faro que guiaba al resto del mundo financiero. Aunque podría tratarse de un ajuste pasajero tras un largo periodo de liderazgo indiscutible, también existe la posibilidad de que estemos presenciando el inicio del declive de la hegemonía económica estadounidense. De ser así, el riesgo sería inmenso, ya que los ciudadanos estadounidenses, a diferencia de los europeos, concentran una gran parte de su ahorro en activos financieros locales, no en depósitos bancarios, exponiendo aún más su estabilidad financiera ante cualquier deterioro prolongado de los mercados.
Las expectativas de los consumidores se están deteriorando a un ritmo alarmante. El índice de confianza del consumidor ha caído hasta situarse en el 15% inferior de su rango histórico. Además, la tasa de ahorro personal ha descendido hasta mínimos históricos, limitando el margen de maniobra financiera de los hogares justo en un momento de creciente incertidumbre. La presión de la deuda sobre los ingresos disponibles también ha aumentado, incrementando la vulnerabilidad del consumo privado ante cualquier shock económico adicional. Esta degradación en la confianza y la situación financiera de los hogares podría acabar socavando el apoyo ciudadano que llevó a Donald Trump de nuevo a la presidencia. Si la percepción de deterioro económico cala entre sus propios votantes, las elecciones de medio término podrían convertirse en un punto de inflexión crítico. Una pérdida de apoyo legislativo podría privar a Trump de la capacidad de imponer su agenda, y sumiría a la primera economía del mundo en una parálisis política, dejando al país sin rumbo claro y reviviendo a un Partido Demócrata que hoy permanece prácticamente desaparecido.
Conclusión
El mayor riesgo para Estados Unidos no reside únicamente en la pérdida de capital extranjero, sino, sobre todo, en la posible erosión de la confianza interna en su propio sistema económico y financiero. Un descenso prolongado del consumo, combinado con un deterioro del valor de los activos y una pérdida de credibilidad institucional, podría desencadenar una espiral negativa difícil de contener.
En conclusión, la excepcionalidad americana está siendo socavada simultáneamente desde fuera y desde dentro. La pérdida de confianza internacional en los activos estadounidenses y la creciente fragilidad interna del consumidor nacional conforman una combinación explosiva que amenaza no solo la prosperidad de EE. UU., sino también la estabilidad financiera global. Recuperar la confianza exigirá algo más que cambios superficiales: requerirá restaurar la credibilidad institucional, consolidar políticas económicas responsables y reconstruir el contrato de confianza entre el país y sus propios ciudadanos. Una tarea monumental en un entorno de creciente polarización política y económica.
Cierre Semanal | Cierre Anual | Precio actual | Últimos 5 días | En el año | |
---|---|---|---|---|---|
S&P500 | 5413.13 | 5881.94 | 5564.52 | 2.80% | -5.40% |
Nasdaq100 | 18938.44 | 21017.27 | 19558.59 | 3.27% | -6.94% |
Eurostoxx50 | 5063.49 | 4884.62 | 5160.22 | 1.91% | 5.64% |
Ibex35 | 13218.50 | 11595.00 | 13237.90 | 0.15% | 14.17% |
Oro | 3334.60 | 2639.30 | 3238.20 | -2.89% | 22.69% |
Brent | 66.96 | 74.80 | 63.11 | -5.75% | -15.63% |
Natgas | 2.95 | 3.63 | 3.17 | 7.57% | -12.70% |
SSE | 3295.15 | 3354.29 | 3280.22 | -0.45% | -2.21% |
Bitcoin | 94708.79 | 93484.46 | 94953.78 | 0.26% | 1.57% |
*Cierre semanal: 24 de abril del 2025 a las 10:03
*Cierre anual: Último dato del 31 de diciembre del 2024
*Cierre anual de Eurostoxx: 30 de diciembre del 2024
*Precio Actual: 1 de mayo del 2025 a las 10:03
Cuando el crecimiento se esfuma y la inflación no afloja
La economía estadounidense ha recibido un jarro de agua fría. El PIB del primer trimestre, lejos de expandirse como esperaba el consenso (+0,3%), ha registrado una contracción del -0,3% en el primer trimestre de este año (ver gráfico). No solo es una sorpresa negativa inesperada, sino que va acompañada de una batería de datos que reflejan un deterioro simultáneo en consumo, empleo y crecimiento… con inflación aún elevada. Un cóctel preocupante que, además, pone en duda los cimientos sobre los que se sostenía el relato de fortaleza económica que dominó los mercados en los últimos trimestres.
Fuente: Tradingeconomics
Los datos que acompañaron al informe de PIB no dejan mucho margen para el optimismo: El gasto del consumidor, tradicional motor de la economía estadounidense y responsable de más de dos tercios del PIB creció solo un 1,8% anualizado, frente al 4% anterior. Una desaceleración tan brusca indica que los hogares están empezando a contener su gasto, bien por incertidumbre, bien por pérdida de poder adquisitivo. A esto se suma un informe ADP de empleo decepcionante, con solo 62.000 nuevos empleos creados en abril, frente a los 115.000 esperados y muy por debajo de los 147.000 del mes anterior. El mercado laboral, que hasta ahora era el sostén de la narrativa optimista, comienza a mostrar fisuras. Por si fuera poco, el Índice de Costes Laborales se mantuvo elevado en el 0,9% t/t, una señal de que las presiones salariales persisten y, con ellas, los riesgos inflacionistas. Y aquí llega otro problema estructural: la inflación sigue sin ceder. El deflactor del PIB se situó en un 3,7% trimestral, mientras que el PCE subyacente alcanzó el 3,5%, ambos niveles muy por encima del objetivo del 2% de la Reserva Federal y también por encima de las previsiones de los analistas. En otras palabras, la inflación se mantiene en niveles incómodos incluso cuando la actividad económica se frena.
Estamos, por tanto, ante una combinación muy delicada: estancamiento económico, inflación elevada y señales de fatiga en el mercado laboral. Una especie de “estanflación suave” que recuerda a episodios anteriores en los que la política monetaria se quedaba sin margen de maniobra, claro.
¿Y qué implica todo esto para los mercados? Lo más evidente: la expectativa de beneficios empresariales empieza a tambalearse. Si el consumo se frena, las empresas venderán menos. Si el empleo se enfría, habrá menos renta disponible y menos demanda interna. Y si los costes (laborales, financieros, logísticos) siguen elevados, los márgenes de beneficios se verán erosionados. Lo que hasta ahora parecía una economía fuerte empieza a mostrar sus vulnerabilidades justo cuando muchas compañías siguen cotizando a múltiplos exigentes, apoyadas en proyecciones de beneficios que pueden resultar demasiado optimistas.
El impacto es doble. Por un lado, sectores ligados al consumo discrecional y a servicios no esenciales podrían sufrir una caída directa en ingresos. Por otro, sectores tecnológicos, que han liderado las ganancias bursátiles en 2023 y 2024, pueden verse afectados por una combinación de menor crecimiento económico global y persistencia en los costes de financiación.
Conclusión
En este contexto, no sorprende que la narrativa del “Sell America” que comentábamos al inicio de esta Newsletter cobre fuerza. Una economía que se debilita, con políticas comerciales cada vez más hostiles, tensiones geopolíticas y sin señales claras de desinflación, deja al inversor global sin muchos motivos para mantener exposición fuerte a EE. UU. al menos en el corto y medio plazo. Mientras tanto, el riesgo de una corrección más severa en los mercados crece, alimentado por la divergencia entre expectativas y realidad económica.
Los BRICS afilan su discurso, pero no su consenso
La última reunión de ministros de Exteriores de los BRICS celebrada en Río de Janeiro ha dejado entrever tanto el potencial como las fracturas de un bloque que busca jugar un papel protagónico en la reconfiguración del orden global. Aunque la cita tuvo un fuerte enfoque en la defensa del multilateralismo y la denuncia del proteccionismo comercial, lo cierto es que no logró consolidar una declaración conjunta, dejando en evidencia las tensiones internas, especialmente en torno a la reforma del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
La falta de consenso sobre esa reforma —en la que Brasil e India aspiran a obtener un asiento permanente— se explica, en parte, por la diversidad de intereses regionales entre los nuevos miembros africanos como Egipto y Etiopía. Pese a los intentos del canciller brasileño Mauro Vieira por matizar la discordia, alegando una simple necesidad de «armonización», el hecho de que el único documento publicado lleve solo la firma de Brasil habla por sí solo.
Aun así, el foro permitió al grupo marcar posiciones clave. Primero, un rechazo frontal a las políticas arancelarias y proteccionistas, con referencias claras —aunque indirectas— a Estados Unidos y a las medidas unilaterales impulsadas por la administración de Donald Trump. Las declaraciones de Wang Yi, el canciller chino, fueron mucho más explícitas en su condena al unilateralismo de Washington, a quien acusa de anteponer intereses propios al bienestar global.
Segundo, se reforzó el mensaje sobre la necesidad de defender el libre comercio y preservar las reglas de la OMC, en un momento en que la fragmentación del comercio global amenaza con generar nuevos bloques cerrados. La guerra comercial, combinada con restricciones medioambientales —como las de la UE hacia Mercosur—, fue señalada como una amenaza tanto económica como geopolítica.
En el plano geoestratégico, la guerra en Ucrania volvió a estar sobre la mesa. El ministro ruso Serguéi Lavrov reafirmó su disposición al diálogo, pero bajo condiciones muy específicas, y denunció la falta de garantías para un monitoreo imparcial en caso de alto el fuego. Esta postura refuerza la narrativa rusa de que no se oponen a la paz, sino a los términos en que esta se plantea desde Occidente.
Uno de los elementos más interesantes fue la creciente presencia de nuevos miembros y países observadores. Con la reciente adhesión de Egipto, Emiratos, Etiopía, Irán e Indonesia, el bloque se expande y diversifica, incorporando visiones desde África, Medio Oriente y el sudeste asiático. También se suman países latinoamericanos como Cuba y Bolivia, que buscan insertarse más firmemente en el tablero internacional desde el eje sur-sur.
El siguiente gráfico elaborado por Visual Capitalist muestra claramente cómo el bloque BRICS+, incluyendo tanto miembros plenos como socios, ya representa cerca del 30% del PIB mundial en términos nominales, acercándose al 45% que aún conservan los países del G7. Sin embargo, si se observa el reparto del PIB mundial en términos de paridad de poder adquisitivo (PPP), la balanza cambia significativamente: los BRICS+ ya superan a los países del G7, acumulando más del 35% del PIB global ajustado por coste de vida, frente a menos del 30% del G7. Esta diferencia refleja el peso demográfico y el crecimiento interno de los países emergentes, así como su potencial como motores del consumo global. Si bien el G7 mantiene el liderazgo económico nominal, la expansión del BRICS y su creciente influencia política y comercial no pueden ser ignoradas. El hecho de que estos países hayan logrado articular una plataforma común para reclamar mayor representación en las instituciones globales refleja una tendencia que puede cambiar el equilibrio de poder en los próximos años.
Conclusión:
La conclusión general es que los BRICS avanzan con ambición, pero aun sin la cohesión suficiente para actuar como un bloque unificado. Su fortaleza está en la representatividad de las economías emergentes y en su narrativa de justicia global, pero su debilidad radica en la falta de mecanismos internos eficaces para tomar decisiones colectivas. Si logran superar esas limitaciones y presentar una agenda común en la próxima cumbre de julio, podrían convertirse en una alternativa real a la hegemonía occidental. De momento, su voz resuena, pero no retumba.
La batalla invisible por el dominio de las tierras raras
En el tablero de la geopolítica moderna, el control de los minerales críticos se ha convertido en una de las partidas más estratégicas y menos visibles. Las llamadas “tierras raras” —un grupo de 17 elementos químicos indispensables para la tecnología, la defensa y la transición energética— son hoy la nueva llave de la economía mundial. Y, hoy por hoy, esa llave la sigue sosteniendo China con mano firme, a pesar de los esfuerzos crecientes de otras potencias por arrebatársela.
La historia no es nueva. Hace más de una década, la Administración Obama, junto a la Unión Europea y Japón, llevó a China ante la Organización Mundial del Comercio (OMC) por restringir la exportación de estos minerales. Sin embargo, Pekín había jugado ya su carta maestra: veinte años antes, había desplegado una red global de minería y refinado, blindando su dominio no solo en la extracción, sino también en toda la cadena de valor de estos materiales estratégicos. Cuando en 2010 vetó la exportación de tierras raras a Japón, y posteriormente en 2023 y 2025 reaccionó ante sanciones estadounidenses, quedó claro que los minerales eran ya un arma de presión económica de primer nivel.
Estados Unidos, consciente de su tardía reacción, intenta ahora recuperar terreno a toda velocidad. Ha buscado fortalecer su industria nacional de minería y refinado, reactivar explotaciones olvidadas y sellar acuerdos bilaterales con países que poseen estos recursos. Por su parte, la Unión Europea encabeza una carrera diplomática más discreta, firmando acuerdos con países emergentes como Chile, Indonesia o la República Democrática del Congo. Pero esta nueva “diplomacia de los minerales” avanza entre memorandos de entendimiento y asociaciones estratégicas no vinculantes, donde la palabra pesa más que la firma y el riesgo de incumplimientos es constante.
Todo esto ocurre en un contexto de extrema volatilidad. Muchos de los países proveedores enfrentan problemas de corrupción, inestabilidad política y fragilidad institucional. La falta de garantías en estos entornos multiplica los riesgos para Europa y Estados Unidos, que necesitan estos minerales para sostener su crecimiento tecnológico y su seguridad nacional.
Mientras la Unión Europea aboga por una vía respetuosa con los derechos humanos y la sostenibilidad ambiental, China sigue avanzando sin reparos ni exigencias laborales o ecológicas. Estados Unidos, por su parte, adopta un enfoque pragmático, donde el acceso estratégico prevalece sobre cualquier otra consideración. Europa, dividida en demasiadas ocasiones por intereses nacionales, está obligada a hablar con una sola voz si quiere tener un papel relevante en esta nueva era de competencia global.
Hoy, los semiconductores, las energías limpias, la ciberseguridad, la inteligencia artificial, la movilidad eléctrica y la defensa moderna dependen en gran medida de minerales procesados y refinados por China. Sin una estrategia clara y eficaz, ni la transición ecológica ni el desarrollo tecnológico occidental podrán sostenerse a largo plazo. El peligro es real: una interrupción en el suministro este tipo de minerales podría paralizar sectores enteros y comprometer la soberanía industrial de muchos países.
Fuente: ElMundo
Conclusión
Estamos ante una batalla silenciosa pero crucial. Las alianzas que se negocian hoy determinarán qué regiones controlarán la economía y la seguridad global de las próximas décadas. Estados Unidos lo sabe bien y de ahí sus muestras de interés por explotar los recursos minerales de Ucrania y la presión que está ejerciendo sobre Groenlandia. Europa, por su parte, debe actuar con urgencia, coherencia y visión estratégica, o resignarse a jugar un papel secundario en el nuevo orden mundial que ya está tomando forma. La diplomacia de los minerales no admite vacilaciones ni medias tintas: es una cuestión de supervivencia económica y política.
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Trump, el mejor aliado de Xi Jinping
La torpeza con la que Donald Trump está enfrentándose al mundo entero, sin distinguir entre aliados y adversarios, está consiguiendo lo que parecía impensable: blanquear la imagen de Xi Jinping y de un modelo político y económico profundamente cuestionable.
Más allá de la dimensión comercial de la guerra entre Estados Unidos y China, lo que realmente está en juego es el futuro del orden internacional y la supervivencia de los valores democráticos. Bajo el liderazgo de Xi, el Partido Comunista Chino ha regresado a postulados que reivindican la “lucha” y que proclaman que el capitalismo está destinado a perecer. La idea de que China es una potencia pragmática dispuesta a colaborar en el sistema internacional se ha convertido en demasiadas ocasiones en un simple espejismo. Pekín, como Moscú, persigue sustituir el liderazgo occidental por el del Partido Comunista Chino, normalizando a las autocracias y extendiendo su influencia global.
Es necesario recordar que una autocracia es un régimen en el que el poder está concentrado en manos de un solo líder, o de un grupo reducido, que no rinde cuentas ni respeta los principios básicos de la democracia. Lamentablemente, Trump, con su desprecio sistemático por las instituciones, su ataque constante a la prensa libre, su negativa a aceptar los resultados electorales cuando no le son favorables y su cuestionamiento recurrente a las decisiones judiciales que le resultan adversas, actúa cada vez más como un autócrata, replicando los comportamientos que vemos en figuras como Putin y Xi.
Pero centrándonos en la lucha de poder que libran EE. UU. y China, la estrategia más eficaz que podría haber diseñado Trump, sería reforzar la alianza entre Estados Unidos, la Unión Europea, Japón, Reino Unido y Australia, que concentran más de la mitad del consumo mundial, y establecer pactos comerciales que bajen barreras entre los países democráticos. Sin embargo, la política arancelaria indiscriminada de Trump no solo castiga a China, sino también a sus propios aliados, debilitando así el bloque que debería ser su principal apoyo en esta nueva Guerra Fría. En lugar de aislar a Pekín, Trump está aislando a Washington.
Trump debería aprovechar el momento complicado que atraviesa China, con un crecimiento económico débil, un envejecimiento crónico de la población y un mercado inmobiliario que aún lastra la confianza de los consumidores e inversores, para afianzar el liderazgo estadounidense. Pero en lugar de eso, le da argumentos a Pekín para facilitar acuerdos comerciales con países extranjeros que, en otras circunstancias, verían al régimen de Xi como una amenaza. EE. UU. está facilitando la excusa perfecta para que China aplique políticas de estímulo económico agresivas que en otras circunstancias tal vez no utilizaría, mientras Trump se autoinflige un castigo económico que da oxígeno a su adversario.
Conclusión
La estrategia torpe de Trump no solo da alas a este proyecto expansionista, sino que además legitima ante los ojos de muchos países a un régimen que debería ser visto como una amenaza a la libertad y al orden internacional basado en normas. Xi Jinping no necesita hacer demasiado para ganar esta batalla: basta con que Trump siga cometiendo errores.
¿Qué diferencias hay entre los fondos monetarios y las cuentas remuneradas?
En un contexto donde los tipos de interés han vuelto a ser relevantes tras años en mínimos históricos, muchos inversores se están planteando dónde aparcar su dinero de forma segura y con cierta rentabilidad. Es en este escenario donde aparecen dos productos estrella: los fondos monetarios y las cuentas remuneradas. Ambos han ganado protagonismo entre perfiles conservadores o aquellos que buscan liquidez sin renunciar a cierta rentabilidad. A lo largo de mi trayectoria he analizado cientos de productos financieros, y si algo he aprendido es que muchas veces lo importante no es solo cuánto se gana, sino cómo, cuándo y con qué riesgos. En este artículo quiero explicarte en profundidad qué diferencias existen entre estos dos instrumentos, para que tomes decisiones con criterio y alineadas con tus objetivos financieros.
Mientras Nueva York sigue siendo el epicentro de las finanzas en EE. UU., Texas está lanzando su propio reto bursátil:
El 31 de marzo, la Bolsa de Nueva York (NYSE) abrió oficialmente una sede en Dallas, comenzando con la cotización de Trump Media.
Lynn Martin, presidenta del grupo NYSE (propiedad de Intercontinental Exchange, ICE), ha explicado que este estado americano alberga el mayor número de empresas cotizadas en la NYSE, “representando más de 3,7 billones de dólares en valor de mercado para nuestra comunidad”, y que es “líder de mercado en fomentar un entorno favorable para los negocios”. La NYSE y NYSE Texas están “encantadas de expandir su presencia en el Estado de la Estrella Solitaria, que desempeña un papel clave en el impulso de nuestra economía nacional”.
Paralelamente a esto, una nueva bolsa llamada Texas Stock Exchange (TXSE) ha recaudado 161 millones de dólares, convirtiéndose en el lanzamiento de bolsa mejor financiado de la historia. Que Wall Street huele el dinero en Texas queda claro, la Comisión de Bolsa y Valores de EE. UU. (SEC) publicó la solicitud de registro de TXSE el 4 de abril, junto con sus reglas y estatutos. Esto pone a la TXSE en camino de recibir la aprobación de la SEC a finales de este año y comenzar a operar a inicios de 2026, con empresas cotizadas para finales del mismo año.
La realidad es que Texas está atrayendo a grandes empresas tecnológicas e inversores institucionales (como BlackRock, Schwab o Citadel) gracias a un clima fiscal favorable, menos regulación y costes más bajos que Nueva York o California. Empresas como Tesla, Oracle o HP ya han mudado allí sus sedes. Los datos son claros, el estado alberga más empresas Fortune 500 que cualquier otro, y más de 5.200 empresas patrocinadas por fondos de capital privado, muchas de las cuales se preparan para salir a bolsa, según TXSE.
Además, hay más de 1.500 compañías cotizadas en toda la región y puede convertir a la Texas Stock Exchange en el hogar de las empresas industriales y tecnológicas que desarrollan “hard tech” (robótica, aeroespacial, defensa…) y ofrecerá salidas a bolsa más accesibles, especialmente para pymes industriales que hoy no encajan en los modelos tradicionales.
La noticia interesa en Europa ya que muestra cómo se está descentralizando el poder financiero en EE. UU. y cómo otras regiones, si ofrecen el entorno adecuado, pueden convertirse en polos de innovación y capital. Una lección valiosa para Europa y España, donde todavía dependemos demasiado de unos pocos centros económicos. La competencia entre bolsas también es una llamada de atención, en cualquier lugar, a reducir la burocracia para que más empresas salgan a bolsa.
Como traders, muchas veces deseamos más dinero, como personas siempre más salud, prosperidad o felicidad… pero seguimos atrapados en patrones que nos frenan. En libro El camino del despertar, el Dr. Mario Alonso Puig nos invita a mirar hacia dentro, a cambiar desde lo profundo, donde habitan nuestras verdaderas limitaciones. A través de la metáfora del “Camino del Héroe”, el autor conecta neurociencia, conciencia y transformación personal.
Es un viaje interior hacia la plenitud, la libertad mental y emocional, y la reconexión con nuestro verdadero potencial.
Te animo a mirar dentro y ver el potencial que tienes, y a ver el vaso medio lleno, no se trata de convertirnos en alguien nuevo, sino de recordar quiénes ya somos. Está editado por Espasa.
Esta newsletter es un paso más de un camino que comencé hace años con la intención de poner algo de luz a muchas informaciones sesgadas o poco éticas sobre lo que sucedía en el mundo de la inversión. Hoy sigo con la misma idea, creo que si lo que define al mercado es el conjunto de lo que hacemos todos los inversores juntos, necesitamos hacer esto con responsabilidad, conocimiento y la información más rigurosa. Espero que en The Trader, te sientas identificado.
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