The trader nº 100
La interpretación inteligente del mercado
La interpretación inteligente del mercado
Bienvenido a mi visión personal sobre la actualidad de los mercados financieros nº100. Gracias por tu interés, si te has perdido alguna entrega o aún no estás suscrito puedes revisar aquí
¡Hoy celebramos la edición nº 100 de The Trader!
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Este proyecto nació con la idea de acercar la economía y los mercados de forma clara, honesta y útil. Llegar a 100 ediciones es un hito que me llena de ilusión… y todo gracias a ti.
Seguimos ¡Y lo mejor está por venir!
Pablo
La palabra “dictadura” suena extrema cuando se habla de Estados Unidos. Pero basta observar con atención lo que está ocurriendo para darse cuenta de que lo impensable está dejando de ser imposible. Bajo la Administración Trump, el país ha empezado a recorrer un camino preocupante, donde las bases democráticas se ven erosionadas por decisiones autoritarias, desprecio por las instituciones y una creciente concentración de poder. No es un proceso abrupto ni evidente a primera vista, pero avanza con firmeza. Los ejemplos se acumulan: se ignoran órdenes judiciales, se persigue a opositores, se expulsa sin garantías legales a residentes legales, se castiga a universidades críticas y se despide a funcionarios que cuestionan al orden establecido. Todo ello genera una mezcla de incredulidad y parálisis que impide reaccionar a tiempo.
El poder ya no se ejerce con los límites tradicionales. La impunidad es la norma, y la arbitrariedad, la herramienta. Trump no disimula su voluntad de controlar todos los resortes del poder y no rendir cuentas. Y lo más inquietante: la población, en gran parte, asiste como espectadora pasiva. El deterioro institucional es evidente, pero se normaliza. Se ignoran las señales de alarma bajo la falsa idea de que “esto no puede estar pasando”. Así mueren las democracias: no con tanques en la calle, sino con decretos firmados en despachos y discursos que banalizan la Constitución.
Por desgracia, es más fácil ver la paja en el ojo ajeno que en el propio, y por eso señalamos los desmanes del presidente americano, mientras ignoramos lo que ocurre a nuestra mesa, donde el poder personalista ha alcanzado cotas inimaginables, se persigue a la prensa que no comulga con la ideología del que gobierna, se colonizan las instituciones públicas independientes, se nombran a dedo cargos afines al poder en empresas que supuestamente se rigen por las leyes del libre mercado, se politiza el poder judicial sin reparos, e incluso, se cuestiona la constitucionalidad de aquello que no sirve al propósito de quien gobierna.
Da igual si los gobernantes de ahora prometen una cosa y luego hacen justamente lo contrario. Gozan de impunidad y actúan con total libertad ante una sociedad anestesiada que asiste al espectáculo como si se tratase de un mal sueño.
Trump convenció a su electorado de que podría manejar a Putin, presentándose como un líder capaz de resolver el conflicto en Ucrania en apenas 24 horas. Sin embargo, lo que ha quedado claro hasta ahora es que la única relación sólida es la que une a Xi Jinping con el presidente ruso. La cercanía entre Moscú y Pekín se ha reforzado mientras Rusia da largas a cualquier intento de acuerdo de paz con EE. UU., justo en el momento en que Trump esperaba anotarse un triunfo diplomático. En lugar de avances, el proceso parece estancado o incluso cerca de desmoronarse. La idea de que bastaba con un cambio de liderazgo en Washington para desbloquear la guerra ucraniana se está desvaneciendo con rapidez.
Mientras en Washington se multiplican los gestos autoritarios, en Asia se despliega una estrategia muy distinta. Xi Jinping ha encontrado en el caos estadounidense una oportunidad de oro. Durante una gira por Vietnam, Malasia y Camboya, ha capitalizado el miedo regional al proteccionismo de Trump para tejer una red de acuerdos económicos que refuerzan la influencia china. Le está bastando con una sonrisa y un discurso moderado para posicionarse como el socio fiable frente al desorden americano.
Pekín está logrando lo que parecía impensable: firmar decenas de acuerdos en países que, hasta hace poco, miraban con recelo su expansión. Lo hace con pragmatismo, incluso aparcando conflictos territoriales, y ofreciendo desarrollo, inversión y estabilidad. Es la paradoja del nuevo orden mundial: ver a la dictadura China abanderando el libre comercio mientras EE. UU. levanta barreras. El efecto Trump ha conseguido, lo impensable, convertir a China en una alternativa atractiva, tanto económica como geopolíticamente.
Conclusión
Quizá, al contrario de lo que pretende Trump, el aislamiento no fortalece a Estados Unidos, sino que lo debilita. En su intento de “proteger” al país, está dejando el campo libre a su principal rival estratégico. China, con serenidad y cálculo, avanza casilla a casilla en un tablero que hasta hace poco dominaba Washington. La historia dirá si este movimiento fue una jugada maestra… o un error histórico de Occidente.
Cierre Semanal | Cierre Anual | Precio actual | Últimos 5 días | En el año | |
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S&P500 | 5316.23 | 5881.94 | 5373.58 | 1.08% | -8.64% |
Nasdaq100 | 18396.35 | 21017.27 | 18678.18 | 1.53% | -11.13% |
Eurostoxx50 | 4909.80 | 4884.62 | 5056.19 | 2.98% | 3.51% |
Ibex35 | 12828.40 | 11595.00 | 13188.10 | 2.80% | 13.74% |
Oro | 3356.90 | 2639.30 | 3346.60 | -0.31% | 26.80% |
Brent | 66.48 | 74.80 | 66.70 | 0.33% | -10.83% |
Natgas | 3.28 | 3.63 | 2.97 | -9.44% | -18.07% |
SSE | 3270.35 | 3354.29 | 3297.77 | 0.84% | -1.69% |
Bitcoin | 84466.47 | 93484.46 | 92360.69 | 9.35% | -1.20% |
*Cierre semanal: 17 de abril del 2025 a las 10:03
*Cierre anual: Último dato del 31 de diciembre del 2024
*Cierre anual de Eurostoxx: 30 de diciembre del 2024
*Precio Actual: 24 de abril del 2025 a las 10:03
Los inversores empiezan a mirar a Europa como una apuesta más segura
En 2025 estamos presenciando lo que hasta hace apenas unos meses parecía impensable: que los activos europeos se conviertan en refugio para los inversores. La victoria de Donald Trump en las urnas desató un flujo masivo de capital hacia la bolsa, el dólar y los bonos estadounidenses. Pero la euforia duró poco. La guerra arancelaria, y, sobre todo, la manera en que Trump está intentando imponer su criterio tanto dentro como fuera de EE. UU., han generado un creciente clima de desconfianza.
Como ya sabemos, los mercados son un termómetro de confianza. Y lo que reflejan la renta variable, el dólar y los bonos es que los inversores comienzan a cuestionar la dirección que está tomando la mayor economía del mundo.
Europa, que en 2024 aún se percibía como una región estancada, con un conflicto militar enquistado en Ucrania y una mezcla de ideologías políticas difícilmente reconciliables entre sus principales economías, parecía una apuesta poco atractiva. Sin embargo, en pocos meses esa percepción ha comenzado a cambiar. No porque Europa haya resuelto sus desafíos estructurales, sino porque la alternativa, Estados Unidos, está dañando su propia credibilidad.
Prueba de este cambio de percepción es que el euro se ha apreciado de forma consistente frente al dólar, reflejo de un renovado apetito por activos europeos. Las bolsas del continente, además, están registrando un mejor comportamiento que las estadounidenses en lo que va de año, impulsadas por flujos de entrada constantes. Y todo esto ocurre mientras el coste de financiación en Europa sigue siendo claramente inferior al de EE. UU., donde la política monetaria continúa tensionada por la persistencia de la inflación, pero especialmente, por el miedo a lo que pueda provocar una guerra arancelaria global.
Entre las escasas noticias positivas del bloque europeo destaca el compromiso para invertir 800.000 millones de euros en defensa en los próximos cuatro años y el ambicioso plan alemán de infraestructuras por valor de 500.000 millones para la próxima década. Son pasos relevantes, pero no resuelven nuestra dependencia militar de EE. UU., ni nos blindan frente a represalias comerciales, ni nos protegen de una eventual avalancha de exportaciones chinas desviadas desde EE. UU. Además, esas inversiones se financiarán con deuda, amparándose en una relajación temporal de los límites de déficit público.
Conclusión
Europa no ha mejorado sustancialmente sus fundamentos, pero en un contexto global cada vez más incierto, a veces es suficiente con parecer el “menos malo”. El miedo está desplazando al entusiasmo como motor de los flujos de capital. Y si bien Europa no seduce, Estados Unidos empieza a asustar. Tal vez, por una vez, no es Europa la que ha hecho los deberes, sino el mundo el que se ha desordenado lo suficiente como para hacer de Europa el nuevo refugio provisional.
¿Qué hay detrás del éxodo del dólar?
La narrativa de la desglobalización ha ganado fuerza en los últimos años, pero se ha acelerado de forma notable con el impulso de la administración Trump por rediseñar el sistema comercial global. En este contexto, los mercados están tratando de anticipar cuál de los dos grandes escenarios posibles se impondrá.
Este último punto queda ilustrado claramente en el gráfico de abajo.
Fuente: Financial Times
Históricamente, el índice del dólar se ha movido en paralelo con los rendimientos del bono a 10 años en EE. UU. Sin embargo, esa relación se ha roto recientemente. Mientras la rentabilidad de los bonos o “yields” han repuntado con fuerza, el dólar ha comenzado a debilitarse, marcando lo que algunos ya denominan el “Día de la Liberación” del dólar respecto a su tradicional anclaje con la renta fija. Esta descorrelación es una señal que los inversores no deberían ignorar.
Conclusión:
Ambos caminos apuntan a una divisa estadounidense más débil, pero sus implicaciones para la estabilidad financiera y el liderazgo global de EE. UU. son diametralmente opuestas. El primer escenario implica una devaluación del dólar pactada y controlada, orientada a mejorar la competitividad externa sin generar un colapso de confianza. Sería una estrategia similar a la de los años 80, en la que Washington aún podía construir alianzas sólidas y coordinar políticas monetarias con otras potencias. El segundo, en cambio, es una salida desordenada, forzada por la pérdida de credibilidad internacional y el agotamiento del privilegio exorbitante que ha sostenido al dólar como moneda de reserva. Mientras uno busca gestionar el ajuste con diplomacia y previsibilidad, el otro podría desembocar en una crisis de confianza abrupta, con consecuencias imprevisibles para los mercados globales. Elegir entre ambas vías no depende solo de la Casa Blanca, sino también del grado de paciencia que le quede al resto del mundo.
Cómo las decisiones políticas de EE. UU. ponen en riesgo al sistema financiero
En un giro difícil de imaginar hace solo unos años, la mayor economía del mundo podría estar sembrando las semillas de una nueva crisis financiera. No por un error de cálculo ni por una pandemia inesperada, sino por decisiones políticas premeditadas que están introduciendo una volatilidad inusitada en los mercados internacionales. Las señales de advertencia están ahí, y los reguladores globales harían bien en prepararse para lo peor.
La actual administración estadounidense ha adoptado una estrategia comercial errática basada en aranceles que, lejos de generar certidumbre, está incrementando la percepción de riesgo. En este contexto, una crisis financiera no puede descartarse, especialmente si el catalizador vuelve a ser, como en anteriores ocasiones, el uso excesivo del apalancamiento.
El ciclo es conocido: los inversores adquieren activos con deuda. Si los precios se desploman, los márgenes obligan a liquidar posiciones. Esto alimenta nuevas caídas, deteriora el valor de las garantías y provoca pérdidas que pueden extenderse como un incendio en todo el sistema financiero. Cuando estas pérdidas amenazan la estabilidad global, los gobiernos terminan interviniendo.
Y lo preocupante es que el sistema no parece estar preparado. Los fondos de cobertura que operan en el mercado de deuda estadounidense lo hacen con niveles de apalancamiento tan altos que cualquier episodio de volatilidad los obliga a cerrar parte de sus posiciones desatando un efecto dominó. Hace menos de dos años asistimos a la quiebra de varios bancos medianos en EE. UU. y ante la situación que se presenta ahora, uno no puede dejar de preguntarse qué ocurriría en el sistema financiero estadounidense si se desata una nueva crisis económica. Máxime cuando el Gobierno de EE. UU. arrastra déficits fiscales récord y una deuda soberana que roza niveles de posguerra.
Fuente: Bloomberg
A esta fragilidad estructural se suma un síntoma aún más inquietante: se aprecia una pérdida de confianza en los activos estadounidenses. El dólar ha mostrado una debilidad persistente durante 2025, el coste del dinero —reflejado en el repunte de los tipos de interés de los bonos a medio y largo plazo— ha subido significativamente, y el comportamiento bursátil de EE. UU. ha sido claramente inferior al de otras grandes regiones como Europa o China. La desconfianza, por tanto, ya se está traduciendo en movimientos concretos de capital.
Frente a estas vulnerabilidades estructurales, los reguladores no solo deben enfrentarse a un contexto económico tenso, sino también a presiones políticas para reducir personal, evitar cualquier endurecimiento regulatorio, y reducir el gasto público. La tentación de actuar tarde podría agravar los efectos de una eventual tormenta financiera.
Afortunadamente, tras la experiencia de 2008, las autoridades cuentan hoy con más herramientas y datos para analizar posiciones, mapear riesgos y anticipar escenarios de tensión. Pero, por otro lado, ahora existe un condicionante que limita el margen de acción de la Reserva Federal: la inflación. A diferencia de 2008 o 2020, Powell no puede permitirse inundar el sistema de liquidez sin generar tensiones inflacionistas adicionales. Cualquier intento de rescatar al mercado deberá sopesar cuidadosamente los riesgos de reactivar una inflación que aún no ha sido plenamente contenida.
Es fundamental, además, que la Reserva Federal mantenga operativas sus líneas de financiación, tanto internas como internacionales. El mecanismo de swaps con bancos centrales extranjeros podría evitar que la falta de dólares precipite ventas forzadas de activos, agravando la situación global. Y aunque políticamente impopulares, estas decisiones técnicas son clave para amortiguar una posible caída.
Conclusión
Que una crisis se desencadene por decisiones políticas deliberadas no deja de ser una paradoja. Pero negar esa posibilidad sería una irresponsabilidad. Los próximos meses pondrán a prueba no solo la resiliencia de los mercados, sino la capacidad de los reguladores para adelantarse a un escenario que, aunque evitable, empieza a parecer cada vez más probable.
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4 señales preocupantes de un potencial conflicto militar entre EE. UU y China
Mientras los titulares están centrados en los nuevos aranceles entre Estados Unidos y China, hay movimientos mucho más preocupantes que se están desarrollando en el ciberespacio, cerca de Taiwán, y en los astilleros militares chinos. James Stavridis, almirante retirado de la Marina estadounidense y excomandante supremo aliado de la OTAN, alerta sobre cinco indicadores clave que sugieren que podríamos estar acercándonos a una confrontación militar directa entre las dos principales potencias mundiales.
El primero de estos signos es el aumento de ciberataques dirigidos a infraestructuras críticas de EE. UU., como puertos, aeropuertos y servicios de agua. Programas como Volt Typhoon y Salt Typhoon, atribuidos a Pekín, evidencian no solo la capacidad de China para llevar a cabo ciberataques sofisticados, sino también su voluntad de emplearlos como herramienta de presión y desestabilización.
En segundo lugar, la presión aérea sobre Taiwán se ha intensificado. En 2024 se registraron más de 3.000 incursiones de aviones chinos en la Zona de Identificación de Defensa Aérea taiwanesa, casi el doble que el año anterior. Estas acciones buscan desgastar las defensas taiwanesas y normalizar una presencia militar china constante en la región.
El tercer elemento de tensión es el incremento de operaciones chinas en el Mar de China Meridional. Pekín no solo reclama soberanía sobre gran parte de estas aguas, sino que ha construido islas artificiales con bases militares que sirven para hostigar a países vecinos como Filipinas. La creciente cooperación militar entre Manila y Washington podría convertir un incidente local en un conflicto regional de grandes proporciones.
El cuarto punto es la carrera de construcción naval. China está produciendo entre 20 y 30 buques de guerra por año, y su flota ya supera en número a la estadounidense. Pekín sabe que una eventual guerra con EE. UU. por Taiwán sería eminentemente marítima, y está preparando sus fuerzas en consecuencia.
Conclusión
La dimensión económica del conflicto no puede ignorarse. Los nuevos aranceles impuestos por ambas partes recuerdan a las sanciones comerciales que precedieron al ataque japonés a Pearl Harbor en 1941. China comienza a restringir el acceso a tierras raras y minerales críticos, sobre los que tiene un dominio casi absoluto. La escalada comercial podría actuar como catalizador de un conflicto abierto si las medidas de represalia se intensifican.
La historia está llena de guerras que comenzaron por incidentes menores, pero se descontrolaron rápidamente. Las cuatro señales que alerta Stavridis son solo una advertencia de lo que podría acabar siendo un conflicto de consecuencias impredecibles. Los dirigentes políticos deberían prestar atención a estas advertencias para evitar a toda costa que se repita la historia.
La semana pasada se agotaron todas las entradas para el evento del 10 de mayo en Madrid, Invertir en 2025: El futuro es ahora.
Quiero aprovechar este espacio para dar las gracias a todos los que habéis confiado en este encuentro, tanto si vais a estar en la sala como si habéis seguido de cerca todo el proceso.
Ha sido emocionante ver cómo tantas personas quieren entender mejor el contexto económico que estamos viviendo y prepararse para lo que viene.
Nos vemos muy pronto.
Esta semana os comparto la charla que tuve en el pódcast spycy4tuna Mercados en crisis, inversión y oportunidades en la que tuve la ocasión de explicar que es invertir en bolsa y cómo comenzar o avanzar si es lo que estás intentando.
Italia ha encendido esta semana las alarmas sobre las stablecoins dolarizadas, esas criptomonedas cuyo valor está vinculado (o “anclado”) al del dólar estadounidense y se ha referido a ellas como una amenaza sistémica para Europa. El ministro de Economía y Finanzas de Italia, Giancarlo Giorgetti, lanzó una advertencia que no ha pasado desapercibida en los círculos financieros europeos: la rápida expansión de las stablecoins respaldadas por el dólar —como USDT o USDC— podría representar una amenaza existencial para la soberanía monetaria del euro.
Giorgetti ha sido tajante, “las stablecoins estadounidenses están actuando como caballos de Troya financieros, permitiendo a los ciudadanos europeos operar fuera del sistema monetario europeo sin pasar por un solo banco estadounidense.»
En este razonamiento, el italiano no está solo al temer una «colonización monetaria digital» liderada por EE. UU. El jefe del Mecanismo Europeo de Estabilidad, Pierre Gramegna, y miembros del BCE como Piero Cipollone y François Villeroy de Galhau han expresado preocupaciones similares. Su argumento es claro: si las stablecoins en dólares ganan tracción en Europa, podrían debilitar la transmisión de la política monetaria del BCE y comprometer la estabilidad financiera de la eurozona.
Las stablecoins dolarizadas son un tipo de criptomoneda cuyo objetivo es mantener un precio estable de 1:1 con el dólar, lo que las hace útiles para protegerse de la volatilidad típica del mercado cripto.
Mientras tanto, en Estados Unidos, la narrativa es muy diferente. Legisladores cercanos a Donald Trump están impulsando un marco legal para impulsar el uso de stablecoins, alineado con una visión más pro-cripto y centrada en la innovación financiera y la dominancia del dólar digital.
La preocupación europea es comprensible, porque entre lo que está en juego está la capacidad del BCE para controlar su base monetaria, la competencia entre monedas digitales públicas (CBDCs) y privadas, el riesgo de una nueva forma de “dolarización digital” en países con monedas más débiles o con infraestructuras bancarias fragmentadas. Por si fuera poco, hay que añadir, el impacto sobre los bancos tradicionales y el sistema financiero europeo.
Lo que está claro es que ya no se trata solo de activos especulativos o tecnologías emergentes. La batalla por el control del dinero digital se ha convertido en una pieza clave del ajedrez geopolítico entre EE. UU. y Europa. Y los stablecoins, lejos de ser neutrales, están tomando un papel protagonista.
Esta semana os comparto este artículo El agujero educativo de la economía, no enseñamos a pensar, enseñamos a rendir, que Francisco Rodríguez, Catedrático de Economía de la Universidad de Granada y economista sénior de Funcas ha escrito para Actualidad Económica, no puedo más que subrayar cada una de sus palabras sobre la importancia de la educación financiera, pero sobre todo de la convivencia, de una nueva educación que no destruya. Puedes también consultarlo aquí.
Esta newsletter es un paso más de un camino que comencé hace años con la intención de poner algo de luz a muchas informaciones sesgadas o poco éticas sobre lo que sucedía en el mundo de la inversión. Hoy sigo con la misma idea, creo que si lo que define al mercado es el conjunto de lo que hacemos todos los inversores juntos, necesitamos hacer esto con responsabilidad, conocimiento y la información más rigurosa. Espero que en The Trader, te sientas identificado.
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