Los bancos centrales, entre la espada y la pared
Los reguladores seguirán subiendo los tipos hasta que rompan algo que represente un riesgo mayor que la inflación, como que se produzca una crisis de crédito
La crisis bancaria que estalló hace unas semanas ha situado a los bancos centrales ante una disyuntiva respecto a qué es más importante, si la lucha contra la estabilidad de precios, es decir, la inflación, o si por el contrario la prioridad es luchar contra la estabilidad financiera.
Pese a que los mensajes de los reguladores y bancos centrales se centran en tranquilizar a los inversores y ciudadanos sobre la buena salud del sistema bancario, lo cierto es que en menos de quince días y hasta el momento se ha producido la quiebra de tres bancos en Estados Unidos y el rescate del suizo Credit Suisse, que ha sido absorbido por UBS en una operación respaldada por el Gobierno suizo y su banco central.
Los problemas que ha provocado el colapso de los bancos estadounidenses no es el mismo que ha llevado a Credit Suisse a necesitar el rescate de emergencia. Pero, en cualquier caso, ambos han contribuido a generar desconfianza respecto al impacto que están teniendo las fuertes subidas de tipos llevadas a cabo para contener las presiones inflacionistas. Tras más de una década en un entorno de tipos entre el cero por ciento y el -0,50%, muchos de los depósitos que captaron los bancos gracias a las inmensas inyecciones de ayudas por el lado de la política fiscal acabaron invirtiéndose en el mercado de renta fija a unos tipos muy inferiores a los actuales. Aquellos bancos que no hayan cubierto correctamente el riesgo de tipo de interés tienen en sus balances pérdidas cuantiosas que no aflorarán, salvo que se vean obligados a vender a mercado sus posiciones.
Y eso fue precisamente lo que ocurrió con Silicon Valley Bank. Para evitar que la bola de nieve se hiciese más grande, la Reserva Federal, el Tesoro de EE UU y el FDIC (Confederación Federal de Garantía de Depósitos) arbitraron una solución ofreciendo a los bancos la posibilidad de conseguir liquidez entregando como colateral sus posiciones en renta fija a pérdidas, con el aliciente de valorar esas inversiones a precios de emisión, es decir, a la par, en lugar de a precios de mercado. Esta medida reduce la presión creciente a la que se veían sometidos los bancos en peor situación financiera, pero no elimina la preocupación de los inversores sobre lo saneado que realmente están los balances de los bancos. En Europa, el BCE también ha dejado claro que dotará de la liquidez necesaria a cualquier banco que se vea en dificultades.
Pero, a diferencia de lo que ocurrió en anteriores crisis, esta vez vivimos en un entorno inflacionista que requiere que los bancos centrales sigan aplicando restricción monetaria, lo cual tiende a exacerbar los problemas a los que se enfrenta la banca en este momento. Por tanto, los bancos centrales están en una situación muy delicada, en la que, si centran sus esfuerzos en contener el efecto contagio entre los bancos, lo harán descuidando su lucha contra la inflación y viceversa.
Las previsiones que presentó Jerome Powell en la última reunión de la Reserva Federal no son especialmente halagüeñas, ya que ha reducido la previsión de crecimiento económico para este año del 0,5% al 0,4% y para el próximo año del 1,6% a 1,2%, mientras que sube su estimación de inflación general del 3,1% al 3,3% y para la inflación subyacente del 3,5% al 3,6%. Por otro lado, al igual que ocurre con el BCE, no ven que la inflación retorne a cotas del 2% hasta el año 2025. Eso ha llevado a la Fed a subir nuevamente las tasas de interés en 0,25% hasta el rango del 4,75%-5,00% y al BCE hasta el 3,5%, y a comunicar que harán falta más subidas de tasas en los meses venideros y que no esperan llevar a cabo relajación monetaria durante este 2023. Pese a la contundencia del mensaje, que llevan repitiendo desde hace ya muchos meses, el mercado sigue sin darle credibilidad y muestra de ello es la curva de tipos, que sigue descontando que habrá bajadas de tasas en la segunda parte de este año.
Desde hace mucho tiempo repetimos que los bancos centrales seguirán subiendo el coste del dinero hasta que rompan algo que represente un riesgo mayor que la propia inflación. Y tal vez estamos a las puertas de ese escenario, ya que, si la crisis bancaria acaba por provocar un evento de crédito, que traiga consigo el encarecimiento a la financiación de ciudadanos y empresas, será imposible evitar una recesión económica futura.…puedes seguir leyendo la entrevista aquí