Durante décadas, el mundo ha estado acostumbrado a ver a Estados Unidos como el epicentro del poder global. Desde la Segunda Guerra Mundial, su dominio político, militar, financiero y, por supuesto, energético, ha sido incuestionable. Pero los ciclos cambian, y hoy más que nunca resulta evidente que estamos ante un momento de inflexión. Uno que, aunque silencioso, puede terminar por alterar el equilibrio geopolítico del siglo XXI. Esta reflexión parte de un artículo que publiqué recientemente en El Confidencial, donde analicé el declive del liderazgo energético de Estados Unidos y el avance de China hacia un modelo de hegemonía basado en tecnologías limpias. Puedes leerlo aquí: El fin del monopolio energético de Estados Unidos (El Confidencial, 2 de mayo de 2025). Como inversores, entender este tipo de movimientos estructurales no solo es útil: es esencial. No estamos hablando de una simple variación coyuntural del precio del petróleo o de una moda pasajera en energías renovables. Estamos hablando del desplazamiento del eje energético mundial, con implicaciones directas sobre las divisas, los mercados de materias primas, las decisiones empresariales y las políticas de inversión a largo plazo.
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