En los últimos años he visto cómo el mundo de la inversión se ha llenado de términos que hace una década apenas conocíamos. Uno de ellos es «roboadvisor». Si hace unos años me hubieran dicho que buena parte de las decisiones de inversión se tomarían sin intervención humana directa, probablemente habría respondido con cierto escepticismo. Pero la realidad es que esta figura se ha consolidado como una alternativa válida —y cada vez más popular— para gestionar carteras de inversión de forma automatizada, sencilla y con costes ajustados. Este artículo no es una defensa ciega del modelo, pero sí una reflexión informada desde la experiencia y el análisis. Vamos a ver en qué consiste exactamente un roboadvisor, cómo funcionan, qué rentabilidades ofrecen, cómo tributan y qué errores conviene evitar si estás pensando en probar uno.
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