El hidrógeno verde —obtenido a partir de energías renovables— está llamado a jugar un papel clave en sectores donde la electrificación directa no es viable. Pensemos en el transporte pesado, la industria química, la siderurgia o el almacenamiento estacional de energía. Grandes economías como la Unión Europea, Estados Unidos, Japón o Corea del Sur ya han incluido el hidrógeno en sus planes estratégicos de descarbonización.
Esto está provocando un auge en la financiación de proyectos, el desarrollo tecnológico y la creación de nuevos actores en el sector. Las empresas involucradas en la cadena de valor —desde fabricantes de electrolizadores hasta productoras de hidrógeno o compañías logísticas— están recibiendo un flujo creciente de capital.
Invertir a través de un ETF permite participar en ese potencial sin necesidad de elegir ganadores individuales. Lo he comentado muchas veces en formaciones: cuando una industria está en fase de construcción, apostar por un índice sectorial es una forma inteligente de diversificar el riesgo.
Además, el comportamiento de estos ETFs puede ser complementario a otras temáticas más consolidadas. De hecho, algunos inversores están combinando ETFs de hidrógeno con otros, como los mejores ETFs de petróleo, para equilibrar exposición entre energía tradicional y renovable.