A lo largo de mi carrera como inversor y gestor profesional he visto cómo, década tras década, la discusión entre gestión activa y pasiva se ha ido intensificando. No es un debate nuevo, pero sí cada vez más relevante para el inversor particular. Y es que hoy, con productos más accesibles que nunca y plataformas de inversión al alcance de todos, elegir bien la estrategia de gestión puede marcar la diferencia entre construir un patrimonio sólido o perder dinero sin entender muy bien por qué.
La gestión activa y la pasiva no son enemigos irreconciliables. Son dos formas distintas de enfrentarse a los mercados. Cada una tiene sus ventajas, sus limitaciones y, sobre todo, su contexto de aplicación. Por eso, en este artículo quiero ayudarte a entender en qué consiste cada enfoque, cómo se comparan y cuál puede encajar mejor contigo en función de tu perfil, tus objetivos y tu experiencia.