Desde un punto de vista fiscal, los fondos de acumulación tienen una ventaja relevante: al no repartir beneficios, no generan hechos imponibles mientras no vendas tus participaciones. Es decir, no tributas por los beneficios reinvertidos año a año, lo que te permite diferir el pago de impuestos y hacer crecer tu inversión de forma más eficiente.
Esto cobra aún más sentido en comparación con productos que sí generan rentas periódicas, como algunos depósitos o acciones con dividendos, donde sí hay que tributar anualmente. En el caso de los fondos, solo pagas cuando decides vender.
Eso sí, en el momento de la venta deberás tributar por la ganancia patrimonial obtenida, igual que con cualquier otro fondo. La diferencia es que, al haber aplazado la tributación durante años, el impacto del impuesto en términos de coste de oportunidad es mucho menor.
Ahora bien, si durante ese tiempo no has hecho ninguna venta ni has recibido reembolsos, no tienes que declarar nada. Frente a otras alternativas más inmediatas, como los fondos growth, esta es una de sus principales ventajas para quien planifica a largo plazo.